miércoles, 25 de enero de 2006

sin título


Al regresar a España, muy contento con mi estancia en Buenos Aires, sentí algo de curiosidad y le pregunté a cuatro personas qué opinaban de los argentinos. Se trataba de dos gallegas, un catalán y un madrileño que me contestaron aparte, quiero decir, sin conocer la opinión de los otros tres.

La primera de las gallegas valoró positivamente que, en el pasado, la Argentina (el "la" se lo pongo yo, aquí todos le llaman Argentina a secas) fuese un lugar de acogida (de emigrantes gallegos, se entiende). Recordó que han pasado y pasan malos tiempos e insistió en lo mucho que le gusta el acento.

-Eso si -dijo, cambiando su tono- no soporto la actitud de los hombres argentinos. De las tías, nada malo.

Pareció que había acabado, pero sólo estaba pensando cómo seguir:

-De hecho, las argentinas que conocí hasta ahora son personas estupendas, con carácter, carisma y buenas personas... mientras ellos son incultos, sobones y babosos.

La segunda gallega fue más breve, sólo dijo que tienden a lo exagerado, y añadió:

-¿Teatrales, podría ser? -y cambió el acento para imitar el porteño- "Son unos boludos porque dicen muchas boludeces".

El madrileño aún fue más escueto:

-Pues las argentinas, hablan demasiado... y dicen poco. -Y un rato después añadió- Es expandible a los argentinos.

El catalán, de Barcelona:

-Los tíos son unos mentirosos, i wuaperas. Wueno no mentirosos del todo, pero tienen un deje, y siempre trolean. Y eso supongo ke es porke las argentinas no se dejan kamelar fácilmente, aunke siempre están pajareando y kalentando al personal, pero después ai ai

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