viernes, 16 de marzo de 2018

...

A pesar de la brisa del mar y la arena fina, aquella playa cubana no olía a océano. Sentado en la toalla a solas cerraste los ojos y aspiraste hasta llenarte los pulmones y percibiste lejos un bouquet de rocas atlánticas mezclado con algo de maderas a la deriva, y quizás se adivinaba un minúsculo rastro de palmeras cocoteras y dunas y vegetación agostada. El verde turquesa caribeño estaba allí presente ante tus ojos como un horizonte plácido y calmo, obviamente líquido e irreal.

Te encontrabas a la sombra estrellada de una palmera, protegido del sol vertical matagallegos, cuando te percataste de la presencia de un señor silencioso en la base del tronco del árbol. Parecía forastero, quizás holandés o polaco o noruego-finés. Llevaba una gorra de lona y barba de tres días que le daban aspecto de recién despedido o persona en estado de crisis. Le dejaste en paz, pero mientras dibujabas la playa en aras del recuerdo no pudiste apartarle del pensamiento. Aquel señor, al igual que tú, al igual que todos, había dormido aquella noche y todas las noches en algún lugar. Tenía padres, vivos o muertos, conocidos o no. Seguramente amigos, dinero, algún lugar donde vivir, un oficio, anhelos, penas, secretos, misterios y una opinión sobre la pizza o la comida picante. Creía en algún dios, detestaba cosas, recordaba algún libro y admiraba a alguien -aunque no lo admitiese-. También tenía un nombre y una historia, sus antepasados quizás fuesen de la Eurasia o africanos o llegados de la isla de Pascua. El señor se levantó y se fue (con su historia).

---

En el camino de ida a la playa viste a un chico negro joven guapo que iba con una señora rusa de nombre Svetlana, bastante mayor que él, baja, de pelo corto rubio. No hablaban. Parecía uno de esos casos de turismo sexual, quien sabe. El caso es que cuando acabó el viaje un americano que viajaba en grupo expresó su opinión sobre la pareja en alto. Dijo algo como que "era como una prostituta con un viejo, pero al revés". Te pareció injusto (como dijo el buen Bertrand Russell ya en su tiempo) que los que suelen ser juzgados como inmorales son las personas que venden su cuerpo y mucho menos los que utilizan su dinero para comprar a otra persona.

Por la tarde junto a un café pensaste en ello y quizás el chico negro, al igual que el hombre de la palmera, tuviese su historia y durmiese en algún sitio aquella noche. Y tuviese su opinión sobre la pizza y el picante. También Svetlana e incluso el americano maleducado carente de tacto. Todos tuvimos un motivo para hacer lo que hicimos, siempre. Cada uno de nuestros actos, desde los que consideramos importantísimos a los mecánicos (como rascarse una oreja), fueron precedidos de un pensamiento residual consecuencia de algo que a su vez vino de otra cosa y muchas, mezcladas, y que te llevó precisamente aquel día, en aquel instante concreto y no otro, a sonreír a un extraño que se cruzó contigo en la puerta del retrete espantoso de un bar de playa en Cuba, rodeados de palmeras y arena caliente y brisa marina que no olía a océano. Recuerdas que mientras aguantabas la respiración en el lavabo te sentiste abrumado por la maraña de ideas y por la posible conclusión de que ni la bondad ni la maldad existían realmente.

Y te mantuviste en aquella opinión hasta que volviste a leer un periódico.

gente en el Mar Muerto en 2009


jueves, 15 de marzo de 2018

NY, 25

Como hace poco fui en helicóptero sobre el río Hudson -al oeste de Manhattan- no pude dejar de fijarme asustado en la noticia de un accidente de uno de estos cacharros en el East River en Nueva York, algo más arriba de Roosevelt Island. En el suceso murieron cinco de los seis ocupantes, sólo el piloto se salvó. Una de las fallecidas fue una estudiante de Arte y Diseño argentina de 29 años, se llamaba Carla Vallejos Blanco.

Tras ver la noticia me quedé intranquilo y para distraer la cabeza me puse a leer sobre helicópteros y accidentes, sobre millonarios y compañías de importación de fruta, sobornos y Donald Trump. Sé que suena un poco loco pero el hilo conductor de todo esto fue un edificio de la ciudad donde estaban las oficinas de la Pan Am.

"Pan Am" era el nombre corto de la Pan American Airways Incorporated fundada en 1927 con la intención de llevar correo entre los Estados Unidos y Cuba. La aerolínea creció y creció hasta convertirse en la referencia mundial en viajes internacionales; tras la II Guerra Mundial fue la impulsora de los aviones comerciales con reactores y básicamente son bastante responsables de por qué hoy volamos como volamos.

En pleno apogeo la compañía ocupó en 1960 el Pan Am Building junto a Grand Central. Cuando acabaron de construirlo en 1963 era la superficie de oficinas más grande del mundo, siendo superada en 1971 por el World Trade Center. El alquiler de las 15 plantas de la compañía de aviación costaba 115 millones al año; el contrato se hizo por un cuarto de siglo. Se encargó entonces a IBM una computadora que manejase todo el sistema de reservas, vuelos y hoteles. El gigantotrasto que hizo IBM en la época fue tan grande que ocupó completamente el piso 40; se llamaba PANAMAC.

En 1975 un director ejecutivo de origen polaco llamado Eli M. Black rompió con su maletín una ventana del piso 44 y se suicidó tirándose a Park Ave. Este señor trabajaba para una empresa de importación de fruta llamada United Fruit Company, fundada en 1871. Lo crean o no, la semi-ignorada historia de esta firma es apasionante y terrible. Para que se hagan una idea, en 1928 varios miles de trabajadores colombianos de esta compañía organizaron una protesta por las condiciones de trabajo en Ciénaga, Magdalena (cerca de Santa María). El gobierno de los Estados Unidos amenazó con mandar a los marines para proteger los intereses de la United Fruit Company y el gobierno colombiano, presionado por todos lados, acabó por zanjar el asunto ordenando disparar sobre los huelguistas. Murieron unas 1800 personas en la llamada "Masacre de las Bananeras". Tragedia. Pero bueno, estábamos con el señor Black. Unos días antes de su vuelo final desde el Pan Am una comisión del gobierno había descubierto que éste había intentado (y conseguido) sobornar con dos millones y medio de dólares al nefasto presidente golpista de Honduras, Oswaldo López Arellano, para que bajara los aranceles de exportación de bananas y plátanos. Le pillaron y se mató; por cierto, por poco no cae sobre unos moteros que estaban allí parados. En fin, la compañía frutera se cambió de nombre a "Chiquita" y en la actualidad ha sido acusada de tener lazos con grupos paramilitares colombianos, cooperar con carteles de droga, contaminar el medioambiente de forma indiscriminada, soborno a funcionarios, evasión fiscal y violación de los derechos de los trabajadores. Vamos, como para comerse un plátano.

Volviendo al edificio Pan Am, éste tenía un servicio de helicópteros que te llevaban al aeropuerto JFK. Todo sonaba fantástico para los ejecutivos, en vez de sufrir el tráfico les pareció mucho mejor ir volando. Si, pero en 1977 después de haber aterrizado, uno de los soportes de las ruedas del Sikorsky S-61L que usaban se partió por estrés. El helicóptero se cayó de lado mientras los rotores aún giraban, al dar en el suelo las aspas salieron volando. Una mató a cuatro hombres que esperaban en la plataforma (a uno literalmente lo partió en dos). Otra acabó clavada en una oficina. La tercera salió volando desde el edificio y mató a una chica de 29 años del Bronx que esperaba el bus en la calle 43 con Madison Avenue.

Y bueno, desde aquella está prohibido a los helicópteros el pasar por encima de la ciudad con algunas excepciones como los de la policía o el de algún hospital. Y por eso todos los vuelos de turistas son por encima del río.

Al final no sé si saqué mucho en claro de todo esto. Por no dejar el tema abierto diré que Pan Am, a pesar de haber sido la compañía más grande de su época, se fue a la mierda en 1991 por una nube de motivos: crisis energética, malas decisiones estratégicas y la compra en mal momento de una flota de Boeing 747. Para hacernos una idea, es como si ahora mismo Apple se va a la bancarrota: parece impensable pero así es el mundo de los negocios.

Así que en 2005 Metlife vendió el edificio entero por 1.720 millones de dólares. Su dueño actual es el multimillonario Donald Bren. Ya sé que no viene a cuento pero la mujer de éste señor es 34 años más joven que él. Y hablando de ricachones, Donald Trump, a finales de los ochenta, intentó reactivar el servicio de helicópteros en Nueva York; sobra decir que fracasó.


jueves, 1 de marzo de 2018