domingo, 26 de julio de 2009

jueves, 23 de julio de 2009

miércoles, 22 de julio de 2009

martes, 21 de julio de 2009

Mercado



Caminaba solo por este mercado cuando me pararon dos policías hindús. La cámara delante -me dijo uno con cara seria- no en el lado; que te la pueden robar. Ya van doce o trece veces en la vida que me advierten pero la pura verdad es que la única vez que alguien lo intentó fue en Galicia -una historia muy larga, otro día-. Aparte de eso una vez en Alcobendas alguien anónimo me robó mis zapatillas en el vestuario de la piscina. Un mono en Kathmandú me mangó un paquete de galletas. Y para de contar.

Supongo que he tenido suerte hasta ahora.

lunes, 20 de julio de 2009

viernes, 17 de julio de 2009

jueves, 16 de julio de 2009

martes, 14 de julio de 2009

lunes, 13 de julio de 2009

Hombre en un balcón



Al regresar durante unos momentos mágicos no reconozco mis cosas, ni la silla, ni esa cama o esos libros. El cepillo de dientes parece abandonado y seco, los vasos dispersos, la ropa reseca en el tendal, sobre la mesa hay cáscaras de pistachos y en el parqué un único calcetín gris. Todo en un silencio contenido.

Esto era mi vida -pienso-.

miércoles, 8 de julio de 2009

Gente



Ayer tuve un ataque de caos. De repente me di cuenta de que todo a mi alrededor estaba ordenado meticulosamente, los libros, los cds, los dvds por orden alfabético, las partituras -de más fácil a imposibles-, las cartas de magic -por colores-, mi horario de sueño, de comer, de mear, lo primero que bebo todos los días, la cantidad de espirulina, el tiempo de correr -35 minutos-, la gente con la que me cruzo cuando lo hago -la niña del alaska, la pareja gay, el tío de la gorra verde y el que siempre-siempre pasa corriendo antes que yo con una misteriosa mochila-, lo que pienso al entrar en el Carrefour -pastelitos sin azúcar, limones, yogures de propóleo, frutos secos sin sal, verdura y fruta variada, de delante atrás-, los días de la semana para estudiar chino -lunes 7:30 y jueves 4:00-, para ir a la piscina a mediodía -viernes-, para quedar con Dani y Marcos -viernes noche-, para quedar con Paula y ver una serie y charlar -miércoles-, para quedar con Amapola e ir al cine -lunes-, para dibujar -lunes tarde, miércoles tarde-, para editar fotos -todos los días 15 minutos-, para estudiar programas nuevos -30 minutos al día-, limpiar la habitación -1 hora a la semana-, el baño -otra, mientras escucho chino en el ipod, los miércoles-, el momento de ver a Patri y Julián -sábados por la mañana, a las 9:30-, de regarles la planta mientras están de vacaciones -hoy a las 5-, de hablar con Edu -todos los días 15 minutos-, de modelar algo para el corto de Julián -cada dos días media hora-, de leer -todos los días 45 minutos, en cama-, de dormir -me levanto a las 7:01-, de hacer fotos -tres veces a la semana como poco-, de tocar un rato -10 minutos todos los días si la hora lo permite-, de terminar de pasar las reglas de magia de mi juego de rol -dos hechizos al día-, de prepararme la comida -por la mañana mientras hago el zumo con jengibre-, de releer mis comics viejos -dependen de las visitas al baño, ergo un poco cada día-, de tender la ropa -cada tres días-, de cambiar las sábanas -una vez por semana-, de ir a Santiago -una vez al mes-, de jugar al fúbol -los miércoles-, de repasar las clases de kungfu -martes y jueves-, de jugar a rol -sábados tarde una vez al mes como poco-, de ir a cenar al chino de Plaza España -dos veces a la semana si está Edu-, de comer en Ventas -los sábados a mediodía-, cenar en el ruso -una vez al mes-, en el japo cerca de Bilbao -el nagoya, una vez cada dos meses-, de quedar con Pablo -una cada tres meses y desayuno una vez al mes-, con María -una vez cada tres meses-, mantener el contacto con la gente de Z -el grupo literario argentino, una vez por semana-, hablar con Marta por teléfono -una vez al mes-, escribir a alguna amiga -una vez cada dos días si no me despisto con todo esto- y, aparte de todo, ir al cine dos veces por semana, jugar al mus una vez al mes, jugar al tenis si tengo pareja, dibujar -cada dos días media horita-, calmar a mi madre -una vez por semana-, echar gasolina -dos veces al mes-, venir a trabajar -ocho horas al día, cinco días por semana-, planear los viajes -tres grandes al año mínimo, cinco pequeños- y no acabar mal de la cabeza.


Un ataque de caos consiste en desordenar todo lo que encuentro a mi alcance, en todos los sentidos.

sin título



Cuando era pequeño un día entré en la habitación de mi hermana mientras ella estaba en el colegio. Sobre la cama, planchada, había ropa. Nunca había tocado prendas de chica así que estuve curioseando cómo eran unos pantys -como unos calcetines largos que venían unidos, qué cosa más tonta-, los vestidos -pantalones con un sólo agujero por el que seguro entraría frío- y las bragas -calzoncillos raros-. Me probé una falda a ver qué tal me sentaba. Me miré al espejo y me vi ridículo. Esto no es lo mío, pensé.

Chicos en un malecón

lunes, 6 de julio de 2009

domingo, 5 de julio de 2009