miércoles, 31 de mayo de 2017

Notas aleatorias nº 9

-El otro día había una especie de desfile de músicas y danzas de distintos países. Al cruzar por Union Square había unos niños bolivianos con trajes tradicionales bailando como locos posesos, pero resultaba tan alegre que era imposible no contagiarse. Estuve haciéndoles fotos intentando -sin éxito- no mover los pies al ritmo de la canción. Al irme pasé por delante de uno de estos típicos restaurantes pijos de brunch newyorkino llenos de modernos donde una tipa con gafas de sol Oliver Peoples, monísima, le decía a alguien hablando por su iphone:

-Oh my god, this music is awful (dios mío, esta música es espantosa).

Su tono de desprecio y su dedo meñique apuntando al cielo sosteniendo el teléfono me dieron un fastidio infinito, qué le vamos a hacer.


-Descubrí hace poco (y lo confirmo siempre que puedo) que si en un día soleado cierras los ojos con fuerza y levantas la cabeza, en realidad se ve rojo.

-Llevaba mi camiseta de la NASA (la exploración del espacio para mi es lo más) y nos estábamos tomando algo con unos amigos de Alfonso en una terraza. Entonces uno de ellos me preguntó si ésta era de ese artista famoso que usaba logos conocidos para sus creaciones, muy gráfico. Le respondí que no, que mi camiseta era realmente de la NASA. Quizás y sin saberlo estamos al borde de un mundo en el que una imitación de un Goya acabará valiendo más que un original.

-Entrando en la mencionada azotea me hicieron dejar mi gorra azul con la letra C en la puerta. Código de vestir. Subimos en ascensor y -obvio- había otras personas con gorras puestas. Llegué a ver una verde pistacho, una con tela escocesa y una simplemente sucia.

-Anoche soñé con un hipopótamo que me hablaba. Se había comido a otro que pasaba por allí.

-Hace tres años me encontraba en un restaurante hipster de Green Point, en Brooklyn, comiendo una ensalada de kale, una cosa verde inmasticable con vinagre suficiente como para dejar rubia a la mismísima Nina Simone, que en paz descanse. Miré al techo y me fijé que tenían de estas bombillas vintage tipo Édison de filamento de carbono. Para qué negarlo, son bonitas. Intenté resistir esa oleada de capitalismo que le da a uno cuando ve algo que quiere comprar y confié en que el sano olvido me solucionaría la papeleta bien pronto, pero tachán resulta que no fue así: la siguiente vez que fui a una tienda de trastos va mi memoria y me recuerda la puñetera bombilla. Fui a mirarlas y resulta que si una normal fluorescente vale poco más de un dólar, una Édison cuesta diez veces más. Calculé cuánto me saldría el postureo y me pareció un escándalo.

"No -me dije a mí mismo-, es demasiado. Además nadie se fija en esas cosas, estoy seguro."

A modo empírico compré solo una y aquella noche la instalé prudentemente escondida en algún lugar de la casa. "Fijo que nadie la verá jamás". Y desde aquel entonces 23 personas pasaron por nuestro apartamento delante de la famosa bombilla Édison de filamento de carbono -la llamo la bombilla guay, para abreviar- y nadie notó la diferencia. Este lunes le pregunté a Nichole:

-¿Te has fijado que tengo una bombilla distinta en casa?
-Si, claro.
-¿Si? ¿En serio?
-¿Te refieres a la del espejo en el baño, la del medio?
Si. Esa.

martes, 30 de mayo de 2017

jueves, 25 de mayo de 2017

miércoles, 24 de mayo de 2017

martes, 23 de mayo de 2017

Notas aleatorias nº 8

Un diner es un restaurante barato americano prefabricado que abre hasta altas horas de la noche y sirve comida basura, es decir, hamburguesas, patatas fritas, sándwich club y tortitas con jarabe de arce o tarta de queso. Los más clásicos tienen cubierta metálica, aunque de esos quedan pocos. En las películas siempre hay una camarera sirviendo un café horrible de forma infinita y resulta que en la realidad suele ser igual.

Como Álvaro se va mañana de Nueva York quería regalarle un par de fotos de cuando fuimos a uno. Alba y él pidieron algo demencial (no hay manera de maquillarlo) pero era exactamente a lo que íbamos. Saqué la Pentax y estuve a lo mío, los clientes de estos sitios suelen ser personajes estilo Sallinger, cuando menos, y te llenan solos cualquier imagen. Para completar el cuadro ayudan los asientos rojo chillón, los suelos en damero, las barras brillantes y los espejos con botellas de sirope y soda; o los baños, que suelen ser un poema.

Este fin de semana -el domingo, que el sabbat están cerrados- fui al laboratorio a recoger el resultado. Chasco total, el carrete se había velado y chao, adiós a los viejos tomando sopa, a Alba y Álvaro luchando con unos huevos con patatas aplastadas o a aquella camarera cincuentona abotonándose la falda.

Amargado, recordé que llevaba en la mochila unas impresiones que habían salido mal del anterior carrete y quería que repitiesen. Me atendía un judío ortodoxo, de estos con tirabuzones y uniforme negro.

-Disculpe, me gustaría que repitiesen estas impresiones que salieron mal.

El tipo me mira y me contesta (todo esto en inglés, traduzco).

-¿Sabe usted lo que son las matemáticas?
-¿Disculpe?
-Matemáticas. Si sabe usted lo que son.
-No entiendo la pregunta.
-Le quiero explicar que si usted intenta imprimir un negativo de 12x6 en un papel de 10x8, no cabe.

Tuve que controlar mi furia instantánea. Zen. Por desgracia, lo conseguí.

-Mire, a pesar de mis escasos conocimientos matemáticos, le estoy intentando decir que en cada impresión salió la mitad de una foto y la mitad de la siguiente. Se les ha corrido la reveladora. ¿Lo ve aquí que se ve la mitad de una calle y en la siguiente impresión se ve la otra mitad?

(el tipo las mira por primera vez)

-Oh, vaya, tiene usted razón. Hay que repetirlas.

Luego me fui. Me pasé todo el día imaginando mundos paralelos y dándole respuestas geniales a la par que elegantes, humillando al señor y dejándole a la altura del betún por impresentable. Explicándole el Teorema de Pitágoras o yo qué sé. Me temo que mi contestación real fue muy poco satisfactoria.

-Vale, gracias.

sábado, 20 de mayo de 2017

Notas aleatorias nº 7

Luego estuvo este momento en Grand Central. Qcho me pidió que le comprase jamón serrano y cuando llegó el tren me personé en el mercado donde una multitud discurría con cierta parsimonia mirando de lejos/cerca los atunes rojos, las frutas caras y quesos de sabe dios dónde. En la charcutería cogí mi turno como se hace en España, en uno de estos cacharros que siempre son rojos. Cuando me tocó le señalé la pata de jamón y pedí una libra (es decir, medio kilo). Siempre te dan una loncha para probar sobre un papel de estos acerados, es como un ritual donde tú siempre dices sí.

Mientras esperaba aparecieron dos viejitos argentinos que debían superar largamente los ochenta, tenían acento porteño y se estaban preguntando qué comprar. Les interrumpí diciendo que allí el jamón era muy bueno, que lo probasen. Me contestaron que no sabían cómo se decir cien gramos y bueno, los pedí yo por ellos. El señor, que quería demostrar que algo de inglés había estudiado, dijo que le gustaba cortado fino (thin) y en imperfecto inglés pidió lo contrario (thick). Fué fácil de enmendar.

En esa charcutería la caja está un poco aparte. Te dan las cosas y si no es mucho las llevas en persona y pagas. Nadie te controla, claro, que para eso es Grand Central. Le di $25 a una chica negra altísima con cara de tedio y me fui. Entonces me fijé que los dos viejitos se iban con su jamón en dirección contraria y se olvidaban de pagar. Quizás estaban robando a drede o por despiste, no había forma de saberlo. Pero me hizo gracia.

Les adelanté y algo más adelante me detuve en una panadería y compré apresuradamente la mejor barra que tienen, una maravilla oscura integral y pluscuamperfecta de cereales varios. Pagué y justo llegaban a paso lento los dos muy juntos, con el paquetito robado en una mano y agarrados de la otra.

Les saludé nuevamente y les dije que aquel jamón necesitaba un buen pan, así que se lo regalé. No cabían en su sorpresa. Ella me dio un beso, él la mano y me deseó suerte.

(y el cómplice sale de escena)

viernes, 19 de mayo de 2017

Notas aleatorias nº 6

-Es lo que tiene Nueva York, que pasa cualquier cosa en cualquier momento.

-Hoy, sin ir más lejos, un borracho se metió en Times Square con el coche en dirección contraria. Ya no sé ni a cuántos atropelló el hijo de puta pero como una docena. Y peor, mató a una persona. Por la tarde, en mi rutinaria visita a la piscina, pasé por allí y vi el auto estrellado, casi al lado de la oficina de reclutamiento del U.S. Army. Una multitud de curiosos sacaba fotografías con sus palitos selfie y durante un instante les odié. La policía había acordonado la zona y muchos de ellos vestidos con monos blancos -como los pseudocientíficos de E.T.- pululaban por allí buscando ultrasonidos y posibles conexiones invisibles con al-Qaeda, aunque lo que está de moda es el Estado Islámico, nadie quiere saber nada de los otros. La moda, que no perdona ni a Alá.

-Hoy me asusté mucho. Al mirarme al espejo vi que tenía barba, pelo despeinado y un hoody vintage de Adidas, como me descuide me van a tomar por hipster. Mañana mismo me afeito.

-Estoy justo en este instante en una ceremonia de entrega de premios. Tengo puesto mi traje Corte Inglés que uso en todas las bodas, bautizos y fiestas de guardar. De calzado, unos Camper que son tan cómodos que se puede hasta dormir con ellos. Me han dado un vino gratis y un pastelito de langosta sin langosta. Miro de reojo a un coreano que se sienta a mi lado. En pleno meollo de presentadores, música, proyecciones, gente saliendo al escenario y aplausos, el tipo está enfrascado con su teléfono en ebay pujando como un loco. Fuerzo la vista (llevo gafas de pasta) y veo que le quedan unos segundos para que se acabe la subasta, puja por $275 pero mi retina no alcanza a distinguir qué cojones quiere el notas éste. Veo un contador de tiempo, le queda nada. En ese instante, me llaman y el público aplaude como si me conociese de algo.

-Paso por un Dean & Deluca que pese al nombre extraño es un lugar de sushi y bocadillos. Frente a un espejo, sobre un taburete alto, veo a una señora que hace movimientos regulares adelante y atrás, un poco locos. Se mira al espejo y con cada espasmo hace un sonido gutural como una nota que no es un La ni un Do ni nada de nada, sólo un ruido extraordinario que hace imposible que no mires en su dirección. Lleva lo que llaman aquí un blazer y en España un chaleco, rojo feo con unas letras en blanco que dicen "Jesus is Life".

-Voy a comprar al nuevo Trader Joe's de la calle 32 que está en un sótano de suelo irregular. He de investigar la historia de esa esquina pero por el momento la cosa pinta mal. Hay un edificio espantoso llamado "The Future" con un diseño de balcones horrible que parece más un Escher que un lugar donde vivir, dormir, comer o reproducirse con la calma. Los balcones, diseñados por un infradotado, sólo se ven bien desde un ángulo. Si te colocas a 32º al sur del edificio, fugan y son bonitos. Cambia un puto grado y verás que son un falsete impracticable y estúpido. ¡Como si no fuese un inmueble de dos millones de dólares por barba! En fin, desesperado bajo las escaleras mecánicas del supermercado y busco mis kiwis, mi soja y mis algas nori de siempre entre otras cosas más normales. Pago y al salir veo un cartel que dice: "great values and even better food" (grandes valores e incluso mejor comida). No sé qué drama mental tiene esta gente que no le basta con venderte cosas envasadas, parece que de alguna forma han de convertirse en tu psicólogo o en una especie de secta en la que uno compra ya no por coincidencia (es el que queda más cerca) sino por principios. Tuve que reprimir el impulso infantil de dar una patada o ir corriendo a un deli a comprar patatas o algún café de mierda pero bueno, no lo hice porque ya tengo tres botes de Lavazza en casa. Y es que en realidad en la oficina nos dan café gratis pero me gusta ponerme uno en taza en casa y sentarme en la mesa a tomarlo mientras hago un sudoku, me recuerda a mamá y me gusta. Ella solía -ya no toma café- beberlo en la cocina de Santiago, cerca de la ventana. Y si bebo vino pienso en el abuelo que un día muy serio me dijo que podía pedirle cualquier cosa salvo vino. Lo tomaba en un vaso inconfundible de Cruzcampo. Es curioso cómo se nos anclan recuerdos a cosas tan simples como una bebida, unas escaleras o una foto. Y los humanos, que lo aprendemos todo por mirar y copiar y copiar y copiar y copiar, obtenemos por simpatía la sensación completa de un evento complejo con la simple y mecánica repetición de un elemento simple que formara parte del mismo.

-Mientras espero a Marcos y María surge una pelea en frente del Walgreens. Son un montón de chicos negros que le están pegando a otro -también negro-. Mi afán de Capitán América no me lleva tan lejos como para intervenir así que no me lo pienso ni un segundo, saco el teléfono (un iphone 5S del año catapum) y llamo a la policía. Le digo al señor que veo una pelea con unos treinta tipos. ¿¿¿Treinta??? -dice-. Si -sentencio-. Luego pongo el cronómetro. Pasan 50 segundos hasta que llega un coche azul y blanco con sirenas y todos salen corriendo. Luego otro y otro y otro. En tres minutos hay casi 10 coches de la NYPD y ni un sólo adolescente. Ya no es la primera vez que llamo, por supuesto, en Harlem lo hice varias veces. Una vez vi una pelea muy fea y llamé. Otra un tipo pegando a su mujer. Y en Midtown, dos gays dándose de hostias -llamada- y una maleta abandonada junto a Grand Central -llamada-. Antes me gustaba intervenir pero sinceramente apareciendo cadáveres en Central Park a uno se le quitan las ganas de llegar a mitad de disputa y decir con voz de Papá Noel eso de "wowowowoowoooo". Aunque lleves barba de hypster (y gafas de pasta).

-Frente al Mogador, paseando con Marcos y María, vemos a un tonto que se ha subido a un árbol. Como tengo eso que llaman "vértigo ajeno" lo paso fatal. Es decir, yo me puedo jugar el pescuezo lo que me dé la gana pero resulta que si veo a alguien en peligro, pues lo paso mal. El chaval demostró sus dotes arácnidas moniles y se bajó sin problemas. Le hice una foto.

-Marcos era mi amigo hace 25 años y luego un cuarto de siglo sin verle. Vino a la ciudad con María, su mujer. Me intimidó un poco su forma de ser directa y cálida. Yo es que soy lo que decimos en Galicia "un toxo" y antes me muero que mostrarle aprecio. Levanto una ceja, les invito a cenar, les hago fotos y gasto una broma. Eso, en términos de toxo, es un amor casi incondicional. Intento superarme a mí mismo pero por definición es imposible. Cuando se van los echo de menos, pero no lo saben.

-Camino por Madison cuando poco a poco se pone el sol. Elevo la vista a los rascacielos cercanos y me aplasta de repente un naranja brillante que baña suavemente unas fachadas. Siempre que noto felicidad pienso en Ceci, ojalá estuviese aquí para verlo. Un golpe de luz, color, saturación y primavera, todo a la vez en Celcius o Fahrenheit, qué coño importa eso ahora. Mientras lo miro embelesado pasan unas chicas judías a mi lado riéndose de algo. El sol de apaga. Suena el runrún del tráfico, pasa un repartidor en bicicleta, oigo una ambulancia a lo lejos, huelo el asfalto, siento el calor pegajoso del cemento y la acera y un único pensamiento me invade.

sin título


miércoles, 17 de mayo de 2017

lunes, 8 de mayo de 2017

miércoles, 3 de mayo de 2017

Notas aleatorias nº5

-Durante un instante tuve la tentación de descubrir qué pasa si haces caso a pies juntillas a todo el spam que te llega. Miré la carpeta donde se almacena y resulta que tengo unos treinta o cuarenta correos de supuestas mujeres francesas que me adoran y quieren acostarse conmigo, "Je suis dispo cette semaine", "J'adore ta photo !", "Tu me fais trop craquer et ...". Luego una compañía cosmética me ofrece un regalo de $400 de bienvenida que podría recoger, Autobiz vende mi coche en menos de una hora, Evo me da una tarjeta con 5000€ de crédito sin recargos, Horton me ofrece un trabajo donde no tengo que hacer nada y me pagan 70.000 al año, Wonderbox ofrece (en francés) algo que no entiendo al 16% de descuento, otros me venden vino un 30% más barato, me ofrecen una dieta super popular, una reforma de la casa, 5 regalos por una sola compra, medicinas a precio canadiense, los secretos del aceite de coco o hierbas que disparan mi testosterona un 40%, incluso tengo un correo de Unicef para que les pague nosequé o uno de Nancy Sellers que es una experta en reorientar carreras profesionales truncadas.

No sé, algo me dice que si juego a eso jamás conocería a Julie, Jenny, Rose, Fabienne o Zoé (o pagaría por ello). Perdería la casa y el coche. La tarjeta de crédito jamás llegaría y ya podría esperar sentado mis regalos, premios y todas esas maravillas al alcance de la mano. Si insistiese mucho mucho quizás conseguiría un cupón descuento, un bote de ibuprofenos llegados de Vancouver o acabar en la comisaría de policía más cercana por un arranque nervioso episódico. Ya no suena tan bien.

-El sábado fuimos a ver el partido entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. El partido estaba empatado y en el último minuto va Messi y mete un gol. El bar (que era una peña barcelonista) por poco se viene abajo. Gritos, alaridos, risas, abrazos, cánticos. Fiesta total. Un par de minutos más tarde estamos pagando y escucho a dos yankees detrás de mi, uno le pregunta a otro (en inglés): "oye, ¿cómo han quedado al final?".

-Caminando por Midtown nos paramos en un semáforo. Se me acerca una chica y me pide que por favor le haga un cumplido. Le digo que no soy muy bueno con eso. Insiste por favor. Le digo que tiene unos zapatos bonitos. Da las gracias y se marcha.

notas aleatorias nº4

-Ayer pasé por la calle 47 donde los judíos venden diamantes. Ninguna de las tiendas se molesta en poner una reja metálica o algo así porque no dejan una sola piedra preciosa o joya en los escaparates. Sólo se ve fieltro negro y algún busto desnudo. A pesar de ello había un coche policía allí parado -lo veo siempre en el mismo sitio- y dentro había dos mujeres policía que estaban cagándose de la risa por algo. Una daba golpes al volante de tanto reir y según me alejaba por la calle vacía sólo se escuchaban sus carcajadas a pleno pulmón. Intenté contenerme pero no pude evitar sonreir.

-Juan Carlos y yo salimos del tren y entonces me desoriento y me voy en la dirección que no es. Él me llama y caminamos juntos hasta Grand Central en medio de un río de gente. Un tipo se ha detenido y molesta bastante a la multitud, según le adelantamos veo que se ha parado a jugar con su Nintendo.

-En la Avenida Madison por la noche una mujer sin techo está sentada en un portal. Hace bastante calor y ella ha puesto una sábana en el suelo para dormir allí. Me mira a los ojos.

-A pocos metros, un chico camina en mi dirección y baila como un poco loco pero no lleva auriculares.

-Ayer en el estudio fui al baño y alguien estaba viendo la CNN en la taza de al lado. Escuché las noticias sobre Siria.

-En el vestuario de la piscina hay dos chicos portorriqueños que hablan en español pensando que nadie les entiende. Ayer uno contaba un lío de fin de semana con otro tipo que al parecer "le llegaba a la rodilla" (palabras literales).

-Al entrar en el recinto de la piscina resultó que no había nadie. Miré los rascacielos por la ventana, estiré y salté al agua. Entonces comprendí el motivo de aquella repentina soledad, habían apagado la climatización y el agua estaba congelada. Tuve un recuerdo inmediato de aquellas mañanas en Galicia en la playa cagados de frío y muertos de risa (como las policías). La morriña aguantó 23 minutos.

2:36pm en Ramala