miércoles, 25 de enero de 2006

Niños


Llegar a Uruguay fue como meterse en una película antigua a pleno sol. Después de vivir en Buenos Aires durante casi dos semanas, andar por Colonia a la hora de la siesta era una experiencia sumamente tranquila, silenciosa... podríamos decir que incluso reparadora. Además, era el último día del año.

Eso si, mis sentidos extrañaban un poco el olor salado ante una costa que se perdía en el horizonte -la de un mar dulce y sin olas-. Curioseando entre las casas viejas me crucé con dos o tres personas -grandes y pequeñas- y poco más, un faro, palmeras... la principal atracción era la calma.

Así que busqué una buena sombra donde abandonarme al sueño de la tarde, junto al río.

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