miércoles, 15 de junio de 2016

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Cecilia se despertó con un gato en la cara y saltó asustada. Luego resultó que era el micho de la dueña de la casa que alquilamos que se había colado en la habitación. Qué sabrá el animal de alergias y extraños...
Para compensar el evento robamos un paraguas que salvó la mojadura pero como la ley de Murphy es religiosa -casi como una zarza en llamas- al rato salió el sol y nada, a cargar con el puto paraguas todo el santo día.

Tras ver unos cortos de animación del festival fuimos semitimados en una cafetería (nos cobraron el doble) y callejeamos por la zona vieja que por cierto tiene cierto aire a Santiago (y por tanto me gusta). Eso si, las casonas son más altas, los tejados más apuntados y las ventanas más desordenadas, como en un dibujo mal/bien hecho. Unas pocas cuestas y llegamos al castillo... y bueno, cualquiera que me conozca sabe que no hay nada que me guste más y el de Annecy es muy bonito, tiene varias torres, murallas, grandes salones con chimeneas gigantes, retretes medievales y hasta un torreón donde había una reina prisionera (porque se enfadaba con el marido cada vez que éste le era infiel y el gañán se hartó de discutir y la encerró).

Comimos bocadillos de queso fundido a orillas del lago transparente (no es broma, es el más limpio de Europa y se ve hasta el fondo, impresionante) y le tiramos migajas a los pajarillos curiosos. Luego estuvimos buscando una barbería y por tres euros me afeitó un señor muy amable y de paso me enteré que algunos sitios únicamente lo hacen en domingo (el resto de la semana sólo cortan el pelo). Creo que están locos estos franceses...

También es interesante cómo cambian las distancias cuando empiezas a conocer un sitio. Ayer la ciudad me parecía grande y hoy al pasar por segunda vez por algunos sitios de repente habían encogido y todo está al lado. Me pregunto qué pensaré el sábado... a este ritmo va a implosionar con nosotros dentro.

A Cecilia la invitaron a una recepción de directores (a mí no, claro) y me senté un rato a escribir esta nota y bostezar a gusto. Entre párrafo y párrafo tuve microsueños (o microsiestas) de un segundo o dos: en uno vi un muro rojo con alguien en lo alto (muro rouge o como se diga en francés), en otro una isla a mediodía (como Cortázar) y luego una araña azul daba saltos (alegre). Freud, ayuda.

Necesito un café, a ello voy.

(Disculpen incoherencias y obviedades)

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