miércoles, 22 de junio de 2016

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Se supone que tendría que escribir algo sobre Santiago o el reencontrarme con todos mis amigos pero uno ya puede imaginarse lo que es obvio: que me ha encantado verlos y me ha dado alegría y pena a la vez. Algunos son tan gallegos que no pueden evitar (en el reencuentro) fijarse si en el sitio se come bien o mal, pero los quiero y todos felices.

Acostumbrado a Manhattan la ciudad de repente es más pequeña y más baja y más corta pero también es más bonita. Lo pienso de veras; quizás no tenga los puentes de Queensborough o Brooklyn ni el Flatiron o Chrysler pero a cambio hay soportales, calles de piedra y un aire cotidiano de feliz tranquilidad. Y luego está la tortilla.

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