martes, 11 de octubre de 2005

Calle


Cuando Susana y Luis se casaron nos dijeron que querían un regalo personal, algo con un poco de sentido común, nada que ver con esas extrañas listas de bodas gestionadas por el Corte Inglés. Bueno, es cierto que para el invitado convencional esas listas son algo cómodo y para los recién casados quizás sean un método lucrativo de organizar mejor sus ganancias, pero precisamente lo que no querían era hacer pasar a los amigos por eso.

Nos pusimos manos a la obra. Sonia y Fer les regalaron un juego de té, si no me equivoco. Más que rozando lo convencional, pero fue su elección. No olvidemos que a mi hace años me regalaron un kit de picnic en cierta ocasión "porque me gustaba ir al monte", así que no puedo decir que me sorprendiese. Chema y Nair pensaron en regalarles una espada, una katana para ser más exactos. Me quisieron meter en la aventura pero me negué y eso que cuando era pequeño tenía una en casa: acabé por regalarla cuando el gusto me cambió, gracias al cielo. Yo, por mi parte, pensé en enmarcarles unas fotos para su nueva casa; alguien me dijo que eso era algo egocéntrico, joder, no les voy a regalar retratos míos.

Cuando el plan de ir a Japón se convirtió en un billete en la estantería de mi habitación se me ocurrió la brillante idea de ayudar a Chema y Nair con lo de su espada. Eso no me involucraba demasiado en la compra, no al menos como para decir que el regalo era mío en parte. Y eso hicimos. Pasó la boda y días después me fui.

En Japón los primeros días me costaba encontrar una lavandería así que no hablemos de una forja antigua. La katana de Susana -porque era más para ella que para él, todo hay de decirlo- no podía ser decorativa, tenía que cortar como las de verdad. Después de días y días buscando encontré en Kioto, al fondo de esta calle, un armero.

Susana quería una espada chisa con hoja forjada al carbono 1050, endurecida al calor, templada y pulida. Tsuba, fuchi y kashira de hierro negro, menuki de latón envejecido. La tsuba forrada de piel de raya con trenzado negro, entre otro montón de detalles como la hoja con forma shinogi-zukuri, el boshi tipo yakizume, el hamon tipo sugu y nosecuantas hostias más.

Miré el cartel del armero y recordé eso de un regalo personal, algo con un poco de sentido común.

No hay comentarios: