miércoles, 25 de enero de 2006

sin título


Una costumbre muy argentina es la de preguntar. Se indaga acerca de lo que sea, si estás casada, si tienes hijos, si buscas pareja, si te gusta tu trabajo, si te follarías a nosequién, si te gustó tal libro, si eres comunista, tus gustos musicales, culinarios, operísticos, incluso la ropa que llevas -de qué tejido es- o cómo demonios conseguiste un sitio aquí sin reserva. Con el tiempo -cuando te acostumbras, si es que lo haces- ves que es un todos contra todos, no sólo le preguntan los hombres a las mujeres, también ellas indagan de lo lindo e incluso entre ellas, es decir, todos lo hacen.

Lo interesante de esto es que el que pregunta muchas veces dice más de lo que obtiene. Con su curiosidad acaba mostrando nítidamente sus intereses, sus miedos, sus aversiones, sus manías, vamos, su forma de ser casi al dedillo. Y, cómo no, el máximo exponente mundial de los curiosos -que se esmeran en llegar al fondo de las verdades- es Carlos Maslatón. A través de sus cuestionarios en vivo pude llegar a imaginar cómo piensa realmente, tras sus gafas sin montura y su fama de personaje.

El mundo da muchas vueltas.

No hay comentarios: