En San Telmo intenté, a toda costa, no sentirme como los miles de turistas que se apelotonaban entre las barracas y puestecillos de antigüedades. Era una horda histérica ávida de souvenirs y artículos nativos, buscaban bombillas para decorar o sifones para hacer bonito, pasando por auténticos libros en castellano que se notasen bien viejos. En mi contra jugaba mi cámara, mi aspecto, mi cara y, por supuesto, mi acento. Me propuse pasear con calma observando lo que estaba a la venta e intentando que aquello no pareciese un zoo donde los argentinos, desposeídos de espíritu, posaban en sus jaulas de artefactos gastados. Me compré unas fotos y unos libros, como hubiese hecho en mi ciudad. Luego me senté olvidando mi cámara, a dejar pasar la tarde.
Mi éxito fue completo cuando, pasado un buen rato, un vendedor de sombreros me preguntó si yo era de allí. Todavía no, le dije, y nos reímos.
2 comentarios:
hehehe
watashi wa ramon desu
(I can read your kanji but can't understand'em; please, type in english)
wakarimasen!
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