Como dice Vale, el mundo no es lo que parece. Pero da igual del color que lo pintes, por debajo hay paredes, ventanas, balcones y -lo más importante- gente.
Me pareció muy triste la Boca, lo dejé constatado en mi libreta de notas:
"Me encuentro en un bar de la Boca, completamente desmoralizado. Acabo de dar un paseo por el Caminito, me ha resultado francamente patético. Cientos, no, millares de turistas idiotas con sus sonrisas postizas y sus cámaras digitales. Y yo igual, entre ellos como un borrego. No hay cosa más tonta en el planeta que el turista, posa para la posteridad con cara de imbécil junto a la postal de siempre sin enterarse de nada, lo llevan y lo traen, le alimentan, le protegen, le arreglan todo, le ponen la servilleta, la alfombra, la cama, lo que haga falta. La simple idea de que me puedan confundir con uno de ellos me enerva. Me dan ganas de tirar la cámara a ese río de aguas sucias, luego el bolso y salir de aquí corriendo a lugares donde la gente sea gente y no billeteras con patas. ¿Soy uno de ellos? En las calles repletas voy por detrás de los puestos, en los cafés me siento en el peor sitio, sobre todo intento ser amable, pero veo que no es suficiente."
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