viernes, 17 de julio de 2020

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Ya habían pasado nueve años desde el 11S cuando saqué esta foto. Por aquel entonces la obra del sustituto -el triste One World Trade Center- estaba parada en litigios y limpieza del fondo del suelo de Manhattan, donde por cierto apareció un galeón.

Antes de ir a los Estados Unidos tenía una idea totalmente fantasiosa sobre lo que son las construcciones allí. Pensaba en torres magníficas que ni el Saruman podía igualar. Todo pulidito y milimétrico. Mi ajuste de realidad fue demencial.

No existen líneas paralelas en los apartamentos, ni un simple dintel está bien puesto. Los suelos jamás son planos y lo habitual es que si pones una pelota en cualquier casa acabe -por simple gravedad- esquinada en algún muro. Las calefacciones parecen diseñadas por el mismísimo Belcebú y la presión del agua no alcanza para que vivas en un 9º y tengas lavadora. Todo está sobrepintado para ocultar los problemas y, cuando esto no alcanza, se pone masilla y todo arreglado.

Tengo dos recuerdos especiales referentes a esto.

El primero fue cuando un día llegué a mi casa en la 53 y encontré la puerta del apartamento abierta. Como es normal, pensé que me habían robado. Pues no. Había sido mi casera que como oían una gotera en el piso de abajo, había entrado -sin permiso-, llamado a un obrero -sin consultarme- y tirado un muro en mi cuarto de baño -sin más-. Buscaban la tubería con una torpeza tal que cabía -literalmente- un coche en el boquete que hicieron. Resultó que la dichosa gotera venía del vecino. Tardaron una semana en arreglar el cristo y durante esos días si quería cagar tenía que avisar a los de al lado para que saliesen de su sala de estar: desde la taza se podía ver su televisión. El muro era tan pobre que creo que con unas tijeras y un martillo puedes destruir el edificio entero en unas vacaciones que te aburras.

El segundo fue cuando me anoté a clases de francés y resultó que mi escuela estaba en el Empire State, piso 65. Pueden imaginar que se me iluminó el espíritu pensando que tendría clases casi a diario allí mismo. No cerca, dentro.

Ciertamente la vista desde el aula era brutal, en especial al atardecer cuando el sol bajaba por Nueva Jersey y brillaba el Hudson. El interior me pareció vulgar, triste, descuidado, desprolijo, sucio, desconchado, deslucido, no sé, no encuentro la palabra pero se me rompió el corazón.


sin título (Mtskheta, Georgia : 2019)


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