miércoles, 31 de diciembre de 2008

Chica

sin título

(intermedio)

No me ha dado tiempo de acabar con la serie de India/Nepal antes de irme a Nueva York. Eso significa que tengo unas ocho mil fotografías de Delhi, Vanarasi y Kathmandú sin mirar... pero me apetece echar un vistazo a las de USA -no sé ni cuantas son, también miles- en las que intenté ser más informal e incorrecto, de alguna manera. Espero que algunas de las fotos contengan la nostalgia, el caos, el neón y los días de frío en América.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Las fotos perdidas

Se acerca el fin del viaje y el momento de reflexionar acerca de todo y nada. Estoy a oscuras en el cuarto y pienso en las fotografías que he perdido por torpeza, error o simplemente mala suerte. En ocasiones estas imágenes me acompañan con el tiempo, incluso las recuerdo con amargura años después de haberlas perdido.

La primera de estas semanas fue una mujer con velo y ojos turquesa. Me miró de frente entre la multitud de un mercado en Delhi, cerca de las Musja Masid. No fui rápido. Levanté la cámara pero había pasado demasiado tiempo y se giró. La foto (una mejilla, un velo) no valió nada. Incluso la borré.

Días después caminábamos por las montañas en Nepal, cerca de Aktapur. Era la última hora del día y estaba sudoroso, quemado y cansado, la cámara estaba pegajosa y llena de polvo. Pasó una campesina con un hatajo de ramas, a mi lado, el Himalaya de fondo (un valle de belleza indescriptible) velado por el brillo del aire del atardecer. La vi de lado y, no sé porqué, no hice nada. Esta impasividad inexplicable me remordió durante horas, días.

En Varanasi, junto al Harichandra Gat, cinco y media de la mañana. Vi a un hombre escuálido que iba a bañarse en el Ganjes. El sol a puntísimo de salir. Le fotografié pero la cámara falló justo en el momento decisivo, un error del objetivo. Saqué con cierto histerismo la batería y volví a encender. Hice un segundo intento con las gafas empañadas por mi propia respiración. Creí conseguirlo a pesar de que la barca de movía. Nos alejamos y tuve unos segundos para ver qué había pasado. Y lo vi. El objetivo tenía el autoenfoque desconectado, yo mismo lo había pasado a manual un rato antes para otra foto y me había olvidado. La imagen -de composición y luz impecables- es simplemente inservible.

De nuevo Nepal, cerca de Lumbini, en el sur, donde nació Buda. Pasaba en taxi y paramos en el típico atasco. Un chico se asomó por la ventanilla de su autobús, gafas de sol, pelo engominado, parecía un modelo de Dolce & Gabbana conduciendo una antigualla reconstruída con chatarra. La imagen era perfecta. En el preciso instante en el que oía el clic el taxi arrancó bruscamente. La foto simplemente no salió.

Pensando en estas cosas me vienen a la memoria varias decenas de momentos perdidos que pude ver y nada mas. Se me hace amargo y dulce a un tiempo. Amargo porque son restos de un pasado irrepetible, fotos perdidas que jamás volverán a ser y que quizás me recuerdan lo futil y efímero de nuestra propia existencia. Son como una extensión de la vida misma, una pequeña gran metáfora de lo que somos. Y dulce por lo mismo. Son mías. Me recuerdan que yo también soy irrepetible y único.