jueves, 27 de julio de 2017

sábado, 15 de julio de 2017

Notas aleatorias nº 13

> Una bailarina llamada Mariana me contactó para hacerle unas fotografías. Quedamos el 3 de julio a las cuatro y treinta y cinco de la tarde bajo el arco en Washington Square. Me personé cincuenta segundos tarde debido a la lluvia. La chica no apareció. Me cagué en sus antepasados, silenciosamente.

> En el supermercado pude presenciar como una chica no muy alta le decía a una empleada del establecimiento si por favor le podía alcanzar una botella de agua mineral porque estaban muy altas. Lo curioso es que la mencionada empleada era mucho más baja que la clienta.

> En la cola para llegar a las cajas del Trader Joe's veo a un señor -anciano- que está encarando a su esposa -también anciana- que tiene un pan en cada mano.

-Decisionesssss -Le dice en inglés, pero de una forma tan babosa que me dan ganas de estrellar mi carrito contra su espalda, así como sin querer.

> En el sitio hay dos colas. Una tiene como sesenta personas y la otra como quince. Voy a preguntar cuál es la diferencia entre ambas y una chica con párpados caídos me dice que van al mismo sitio.

-Pero esto no tiene el menor sentido - le digo.
-¿Acaso ha de tenerlo?

> Bajando por una cuesta en Murray Hill me cae una hoja de un árbol encima. Como es verano me sorprendo un poco y de repente me fijo que son periódicos. En la copa hay un puñado de ellos y el viento los va desperdigando por ahí. Trump pasa volando sobre mi cabeza.

> Debe ser el día de las cosas que caen porque mirando por la ventana de casa de repente pasa un latigazo de sombra y veo un paraguas de tamaño industrial que llega volando desde el cielo y aterriza en el patio de luces de forma aparatosa. Seguramente la sombrilla estaba en la terraza de algún rascacielos y le dio por suicidarse. Una suerte que no se fuese a la calle donde podía romperle el cuello a alguien o causar un accidente de tráfico, imaginemos un autobús sin control lleno de niños estrellándose contra una oficina del Bank of America.

> A medianoche me despierto con ganas de mear -¡maldito té japonés de última hora!- y al levantar la taza del inodoro resulta que hay un calcetín dentro. Lo saco goteando preguntándome cómo cojones ha llegado eso ahí pero como no creo en los fantasmas soy el único culpable. > Me llevo un susto espantoso cuando la foto de "gente en un día de nieve en Nueva York" que tenemos colgada en la pared se precipita al vacío sin previo aviso a las 4:03 de la madrugada.

> A pesar de los infortunios, esta noche soñé con la tumba de Tutankamón. Luego recordé que estuve allí hace más de diez años. Por supuesto es un lugar pequeño y fresco, un pasillo largo que da a una habitación más bien cutre. Delante a la izquierda hay un cuarto pequeño. A la derecha hay otro más grande que estaba tapiado y era donde se encontraba el sarcófago, una caja dentro de otra caja dentro de otra caja bis bis bis, muy misterioso todo, vamos. Howard Carter lo saqueó/escavó y luego se hizo famoso por cuestiones azarosas. En la puerta hay un egipcio de cara dormida tras una mesa de madera gastada, todo color ocre. Tras él hay como un casillero. Si te acercas con una cámara te hace el símbolo universal del no y señala la estantería y una caja con una ranura oscura para introducir monedas. Es la única vez en mi vida que le dejé mi Canon a un extraño. Uno no estudia años y lee decenas de libros y vuela en avión y sube por el Nilo y llega al Valle de los Reyes soñando con ser Indiana Jones -entre turistas- para que luego le detenga un miedo razonable a ser robado por una cuantía de miles de dólares. Son las aventuras que siempre soñamos (y anoche la recordé de forma vívida).

> Al despertarme pensaba en lo bonito del idioma y cómo establece una jerarquía de situaciones. Tú empiezas el día en ayunas. Cuando esto se rompe, te des-ayunas. Y hay cientos de ejemplos así. Empiezas sin hacer nada, es decir, estás ocioso. Cuando este estado inicial se rompe, la negación del ocio es el negocio. Así que me como una tostada y me voy al curro, por decirlo de otra forma. > Mientras el tren pasaba por Harlem me enteré de la terrible noticia: el pretexto de división entre la Iglesia Católica y Ortodoxa no fue otro que una divergencia litúrgica, los bizantinos usaban pan fermentado para hacer las hostias y los romanos pan ázimo. Esto sucedió en el año 1054. Sólo he tardado novecientos sesenta y tres años en enterarme.

> Creo que tengo que tomarme eso de los tres cafés al día de forma más metafórica. > Por cierto, en unas horas me voy a Islandia. Tiene una densidad de población de tres con siete habitantes por kilómetro cuadrado (Nueva York tiene casi diez mil novecientos). Pensaré sobre ello mientras me como un skyr.