María me dijo que existía un lugar, una ventana, desde la que se podían ver los edificios de la Recoleta rodeando el cementerio. La busqué por tres veces y casi no la encuentro, finalmente era la última ventana de la última sala del último intento... cuando miré y vi las cúpulas silenciosas de la ciudad de los muertos sentí cierta calma, cierto alivio, como el que llega a algo largamente deseado y descubre que es, exactamente, tal y como esperaba. Al caminar de vuelta, satisfecho, me di cuenta de lo raro que es eso en la vida, que algo imaginado y real coincidan de alguna forma.
Tampoco será esta la última búsqueda que me conduzca a un cementerio.
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