lunes, 17 de septiembre de 2012

Antro party New York City

Un amigo me invitó a una fiesta el viernes en la que él pinchaba y me dio por ir. En realidad me gusta salir de vez en cuando, bailar un poco, tomarme un par de copas y hacer fotos nocturnas que, por regla general, suelen ser un desastre. Por qué no. Así que allí me planté, en el East Village casi al lado de donde Reme vivía la última vez que estuvo aquí. Era lo que llaman los argentinos un boliche, no un antro como ponía en el flyer. Con un gin tonic en la mano traté de explicarle a un yankee gay lo que significa la palabra "antro" realmente y me di cuenta que no era tan sencillo. Un lugar cutre, que se cae a trozos, con garrafón, mierda en los baños, gente dudosa, sucio y terriblemente barato. Say that in english. Complicado. No importa, al final lo pasamos bien hasta las cinco de la mañana. Sobra decir que me gustó la música. Como de costumbre, dos minutos antes de que cerrasen me fui.

Di un paseo a solas por mi antiguo barrio que en realidad está más transitado a esa hora que a mediodía. Detuve una pelea de chicas que estaban a punto de pegarse. Pasé por el parque donde unos chinos jugaban al pingpong. Asusté un puñado de ratas en la esquina de la 13 con la A. Llegué hasta mi pizzería favorita pensando en comer ese mítico trozo de queso y alcachofa de madrugada, pero al parecer cuarenta personas habían pensado lo mismo que yo -no somos tan originales, a fin de cuentas- de modo que, como en las películas, paré un taxi amarillo y me fui a casa.

Me despertó el taxista al llegar. Le di tres dólares de propina.

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