jueves, 24 de agosto de 2017

notas aleatorias nº 14

> Como no teníamos gafas especiales, durante el eclipse solar usamos una radiografía de mi tórax doblada repetidas veces para poder presenciar el evento cósmico. Mucha gente ávida de comprobar cómo la luna se interponía entre la enana amarilla y nuestro planeta acabó atravesando mis costillas con su mirada. Creo que ignoraban la edad de la estrella (unos 4500 millones de años) y que si el Sol fuese una persona rondaría los 42 años. Como yo. Ya saben lo que queda de Tierra.

> En el gimnasio al dar el nombre me escuchó un señor colombiano, de Medellín (es decir, paisa, que viene de "paisano" o "montañero"). Me dijo que había conocido a otro Ramón López en su ciudad natal. Era policía, lo habían asesinado los hombres de Escobar.

> Ceci y yo fuimos al Ikea a malcomprar un par de chorradas. Como todos son iguales, los que estuviesen en uno me entenderán: salimos de la tienda y llegamos al almacén donde tienes que buscar tus códigos y cajas. Allí nos hicimos con un carrito. Y bueno, era domingo en Brooklyn de modo que estaba lleno de familias ortodoxas. En un momento dado no pude resistirme y me fui corriendo con el carro, salté sobre él y tuve unos diez o doce metros de felicidad absoluta, locamente disparado a grandes velocidades y sin el menor control. Aterricé como pude evitando unos espejos de milagro. Al bajarme me giré y había unos siete niños judíos (niños-abuelo, los llamo yo) pasmados mirándome fijamente. Oh yeah!

> Anteayer soñé que un meteorito impactaba en el Océano Índico y como consecuencia el mundo se quedaba sin electricidad. Luego estaba en el Campus Universitario, en Santiago, frente al estadio de atletismo. En el suelo había castañas y se escuchaba el sonido del viento en los árboles. Intenté llegar a la carballeira que hay abajo al lado antes de despertarme para ver qué tal estaba; no lo conseguí.

> Fuimos a la playa de Rockaway el sábado y el día fue bastante bien pero se mojó mi libreta de Dragones & Mazmorras. Creo que se perdieron varios kilómetros de subterráneos de la ciudad de Akenar, la vieja fortaleza sepultada por un cataclismo, un laberinto de escaleras y un alfabeto de runas svardas que había dibujado para escribir enigmas y acertijos como "littera me pauit, nec quid sit littera noui" (las letras me alimentan, pero no conozco qué letras son).

> Volvimos en barco y creo que por dos dólares y setenta y cinco centavos es lo mejor que uno puede hacer en Nueva York.

> Si alguna vez usted se encuentra en Islandia subiendo por una montaña volcánica con su pareja, el viento de cara, el cielo brillante sobre su cabeza, las cimas escarpadas a lo lejos y esa sensación de ser especial en la punta de los dedos, sólo hay una frase que pueda arruinarlo todo:

-Cariño, creo que ese calcetín sucio del suelo es tuyo.

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