lunes, 7 de julio de 2014

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Uno se puede creer su propio mito y seguir alimentándolo. Si hace eso, en vez de hacer lo que le guste, entrará en una espiral que no tiene fin. Pero un día se preguntará si en vez de hacer lo que los demás esperaban no habría sido mejor hacer lo que quería. Tendrá que enfrentar la verdad: que siempre fue un cobarde. Que quizás despreció a la gente mediocre, al ketchup, a las tetas artificiales, al jefe tonto, porque siempre quiso ser parte de ellos y nunca se atrevió.

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