miércoles, 19 de octubre de 2005

Tejados


Algún día todo acabará por venirse abajo. Pensad en tejados oscuros y antiguos, no puede ser que siempre sigan ahí, hasta la eternidad. La cultura cambiará y desmantelarán todo como si fuesen estorbos. O un terremoto se los llevará por delante. Guerras, bombas nucleares, carcomas microscópicas indetectables o un simple viento fuerte que le de a diario hasta que un día todo al infierno. Meditad sobre ello. En nuestro afán moderno nos resulta imposible pensar en lo perecedero de las cosas, como si el fin de algo bonito fuese malo o negativo. Puede tardar siglos pero todo lo que consideráis intocable o sagrado será olvidado alguna vez. También todo lo que creéis digno de durar; nosotros mismos no seremos nada ni nadie hablará de quiénes fuimos.

Esto no debe desanimarnos. Imaginemos lo contrario.

Todas las construcciones humanas de cierta elegancia van ocupando poco a poco la faz de la tierra, primero decenas de decenas en cada sitio -la actualidad-. Luego miles de miles. Finalmente millones por todas partes. Preservación total, restauración de cada muro, cada camino o lugar que alguna vez tuvo una historia. Fotocopiado constante de la realidad para salvarla de los contratiempos, por supuesto. Consciencia colectiva de lugares donde se sentó el papa o cagó cristo, donde tirotearon a nosequien o donde nació alguien famoso o brillante. Y cada vez más. El mundo anclado en momentos clave inmutables con las eras. Cada ciudad determinada para siempre por lo que empezó siendo una vez sin oportunidad de volver a ser otra, todo añadidos. Ideas viejas, miles, colapsando nuestra capacidad para distinguir. Religiones de antaño, idiomas que nadie usa y reuniones los sábados para tomar café, comer pastas y hablar de los muertos.

2 comentarios:

ramón dijo...

Estamos esperando jejejej

ramón dijo...

Si, habrá cosas que no podemos imaginar todavía... Buenas y malas.