martes, 11 de octubre de 2005

Fotógrafo


A alguna gente le gustan las postales, les interesa tener una ventanita a la mejor cara de cada lugar. No puedo decir que siempre las odié, antes lo hacía -decirlo- hasta que un día rebuscando entre cajas viejas encontré unas de Asturias y otras de no-recuerdo-dónde que sólo podían ser mías. No tengo el menor recuerdo de haberlas comprado pero estoy seguro de que me pertenecen. En ocasiones nos cambian los gustos o la manera de pensar. Antes odiaba el pescado y ahora me encanta. Casi todos los que somos ateos alguna vez creímos en dios. Y estuve enamorado de personas a las que ahora casi odio.

Pero lo más curioso del espíritu humano no es el cambio, eso es algo que se ve en casi cualquier evento natural. Lo realmente humano -y posiblemente erróneo, según mi opinión- es que siempre creemos que cambiamos a mejor. No puedo evitar pensar que gustar de las postales es peor que no hacerlo, que comer pescado es más sano, que creer en dios es más tonto que ser ateo y que estoy mucho mejor solo que mal acompañado. Da igual si tengo razón o no, a fin de cuentas las cosas siempre dependen de cómo las mires.

Eso es lo bonito de las postales.

No hay comentarios: