sábado, 22 de octubre de 2005
Gente en un templo
El otro día le dije a una amiga que le regalaría El Juego de Ender, uno de mis cinco libros favoritos. El lunes te lo mando, le escribí.
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Cuando el martes me preguntó me dio vergüenza decirle que me había olvidado y vi el camino de la mentira abierto ante mi como una salvación sencilla y fácil. Qué raro, le dije; en realidad tenía que haber dicho que era normal que no le llegase porque el paquete no existía todavía, pero no. Diez decenas de miles de palabras escritas acerca de la honestidad y la honradez echadas a perder por un jodido libro y dos jodidos días de retraso. Cuando me acosté el demonio del remordimiento me acosó sin contemplaciones. Desgraciado -me decía al oído-, desgraciado.
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Me levanté con ojeras a eso de las siete de la mañana. Me dieron ganas de darle una patada al maldito libro. Durante un rato le eché la culpa al libro y a ella misma; me obligaron, siempre lo hacen. Al infierno.
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El café me despertó del todo. Recuperada la cordura acepté que el único que había mentido era yo. Apreté los labios y me fui a correos con el paquete bajo el brazo. De manera infantil -como para restaurar el daño- pensé en regalarle otro libro además del prometido. "¿Estás comprando a alguien?" mi voz interior no me dejaba tranquilo "qué triste eres". No le hice caso y mandé los dos bultos. Al salir del edificio postal llovía a rabiar y me alegré. En el interior de uno de los libros le había pedido disculpas por mentir pero eso no aliviaba nada. Tampoco he matado a nadie, me abrigué. "Yo creo que si".
(...)
Y pensando en todo esto y tratando de lavar mis culpas con la lluvia me di cuenta de que el mundo es un lugar bien sencillo. Las cosas cuando son ciertas no tienen la menor complejidad, tienen una simplicidad abrumadora. Son los cuentos y las mentiras las que hacen que el mundo sea un lugar incierto. Imaginemos que dios no existe, que efectivamente es una mentira -yo lo creo-. Alguien, hace siglos y siglos, se la inventó. Alguien no tiene que ser una persona, son muchas; pero alguien a fin de cuentas. Cuando le preguntaron por ese ser divino en vez de ser sincero decidió inventar complejas tramas de paraísos, lugares místicos, dioses reencarnados, almas que visitan lugares celestiales, destinos guiados por hilos invisibles, entes del más allá que nunca podemos ver o percibir, ritos, oraciones, palabras que significan cosas que no significan nada, vestimentas, templos, estatuas, clanes eclesiásticos, modos de pensar, modos de ser culpable, virtudes, pecados, sacrificios, muertes, y en general una trama mundial que a fin de cuentas ha determinado cómo es nuestro universo. Todo lo que conocemos se basa en esa mentira bajo múltiples formas. Incluso nosotros somos hijos de ella, meras consecuencias de algo que no es verdad. Decenas y decenas de millones de personas engañadas por un pensamiento erróneo que ha hecho de todo un galimatías imposible de comprender, diseñado para ocultar que en realidad nada es cierto.
(...)
Pensé esto y me detuve bajo la lluvia. Fue como una revelación; miré al cielo y di las gracias.
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