Siempre pienso en las máquinas de la felicidad de Ray Bradbury en su
libro El Vino del Estío. Un tipo del barrio inventaba una máquina
increíble en la que se metían los vecinos y sentían una felicidad
absoluta. La gente salía llorando de los cacharros no por la experiencia
sino por dejar de tenerla. Así que al final las máquinas de la
felicidad en realidad ponían tristes a los que las usaban. Como metáfora
de la vida me parece brillante con la salvedad de que nosotros ni
siquiera tendremos el placer del disgusto.
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