Después de varios días chocándonos en las puertas musulmanas tratando de
entrar en la zona de las mezquitas (conseguimos, eso sí, acceder
brevemente a un cementerio musulmán) hoy abren brevemente una puerta y
por ahí nos colaremos exactamente a las 7:30 de la mañana. Entraremos
pues donde no lo hacen los judíos, entre otras cosas por la remota
posibilidad de pisar por descuido una piedra del Segundo Templo, algo
que es sagrado para ellos. Yo me mantengo tranquilo ante tanto
despliegue de fervor religioso pero ayer cuando una tarada se nos acercó
hablándonos de Jesús y sus hazañas no pude contenerme y le dije que
dios no existe y que todo es una patraña. Más tarde, por quinta vez, fui
al Muro de los Lamentos y estuvimos haciendo fotos cada vez más y más
descaradas. Pero ya se hacía tarde y me caían lágrimas de los ojos, de
sueño o yo qué sé, así que me volví a nuestro hospicio no fuese a ser
que alguien me viese llorando en el muro con la kilpa puesta y llegase a
confundirme con uno de ellos, compungidos y arrepentidos (algunos hasta
van a lamentarse con el subfusil a la espalda; no es coña y por
supuesto hay pruebas fotográficas); y el Papa por fin se ha ido. Y los
niños palestinos en un ciber jugando al counterstrike (un juego en el
que, entre otras cosas, eres terrorista y pones bombas o capturas
rehenes). Y a pesar de todo reina la tranquilidad absoluta.
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