Mis inocentes intentos de camuflaje han dado su fruto hoy cuando un
árabe musulmán me confundió con uno de los suyos. Imagino que no había
visto la cámara ni mi gorra de los Yankees. Entretanto mi amigo Jesús,
por despiste, consiguió la difícil tarea de cruzar por la puerta del
Sultán sin ser musulmán.
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