miércoles, 28 de diciembre de 2005
Hombre en la entrada de un templo
Caminas por la arena del desierto, hace calor matutino y huele a palmera. La arena es rosada, muy fina. Sabes que recordarás muchas veces este instante concreto de tu vida así que intentas memorizarlo con pelos y señales. Te pasas la punta de la lengua por la comisura de los labios secos, pestañeas con suavidad cuando estás a punto de llegar a la cima de la colina. Faltan unos metros cuando te detienes a mirar atrás saboreando la espera, esa tensión que tira de ti casi imperceptiblemente. Son todos los años de sueños y fotos, de dibujos, de postales que hacían de ventanitas en miniatura para mostrarte lo que hay al otro lado de la colina, junto al lago. Te ha esperado y pensabas que nunca llegaría pero está ahí. Tangible. Real. Es la vida que te sorprende a veces, sólo tienes que caminar unos metros cuesta arriba, como si no te hubiese costado más de treinta años llegar justo allí, a ese instante, a ese lugar sin sombra.
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2 comentarios:
jejeje
Quizás te suene "cutre" pero Egipto demuestra que la naturaleza de los sueños es que se cumplan. Me alegra que hayas llegado aunque sea por unos instantes a ese "lugar sin sombra" donde nada falta y nada sobra.
Na
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