Hasta que no estás en un verdadero tumulto de masas no te das cuenta de lo que es correr por un pabellón con una silla en alto junto a tres mil personas dispuestas a destrozarlo todo con tal de que el DJ apague la música de una santa vez. Sientes emoción, miedo y tu personalidad sensata se ve sustituída por una voz implacable que te dice -te dicta- que tienes que gritar hasta perder el alma.
1 comentario:
Eso que pasó fue una auténtica vergüenza y un insulto a las raices de la Euskal.
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