sábado, 31 de diciembre de 2005
Hombre vendiendo verduras
Una de las magias de la fotografía es la de tener muchas vidas de un instante de duración cada una. Hoy vendo verduras, mañana soy taxista, pasado un pez que salta en una catarata de gotas paralizadas en el tiempo. En cada momento estás tú -en silencio- reflejado.
jueves, 29 de diciembre de 2005
Jinetes
Los camellos me recordaron a los tauntaun del Imperio Contraataca; no pude enviarlo, imaginar el sable luz colgando de mi cinturón y la pistola láser bien asegurada a mi derecha. Del mismo modo, cuando entré en la pirámide de Keops -la Gran Pirámide, le dicen, no me extraña- intenté olvidar que había más gente en los pasadizos por los que tenías que caminar encorvado hasta llegar a un impresionante ascenso de decenas de metros de largo y muy muy alto. Mientras resoplaba casi podía sentir el látigo colgando de mi cinto y el sombrero de ala ancha sobre mi frente. Entré en la cámara de paredes lisas y había varias personas por allí y un yanqui se había metido en el sarcófago para hacerse con la energía positiva de la pirámide extraterrestre. Eso fue el colmo. Tiré el látigo, me deshice de la pistola y el sombrero, escondí los sables luz y hasta tiré por un agujero las llaves de la nave espacial. Volví a ser yo, pequeñito, sudor en la frente, cámara a un lado, zapatillas manchadas, en el interior de un sepulcro viejo, lejos de casa.
miércoles, 28 de diciembre de 2005
Cuervo en movimiento
Hombre en la entrada de un templo
Caminas por la arena del desierto, hace calor matutino y huele a palmera. La arena es rosada, muy fina. Sabes que recordarás muchas veces este instante concreto de tu vida así que intentas memorizarlo con pelos y señales. Te pasas la punta de la lengua por la comisura de los labios secos, pestañeas con suavidad cuando estás a punto de llegar a la cima de la colina. Faltan unos metros cuando te detienes a mirar atrás saboreando la espera, esa tensión que tira de ti casi imperceptiblemente. Son todos los años de sueños y fotos, de dibujos, de postales que hacían de ventanitas en miniatura para mostrarte lo que hay al otro lado de la colina, junto al lago. Te ha esperado y pensabas que nunca llegaría pero está ahí. Tangible. Real. Es la vida que te sorprende a veces, sólo tienes que caminar unos metros cuesta arriba, como si no te hubiese costado más de treinta años llegar justo allí, a ese instante, a ese lugar sin sombra.
martes, 27 de diciembre de 2005
Hombres hablando
En Egipto es bastante común ver a hombres de la mano o muy juntos, creo que manejan unas distancias de intimidad distintas a las nuestras. Entre ellos parece normal olvidarse un brazo en el hombro de un amigo o apoyarse en él sin más, lo que sin duda haría sonrojar a la mayor parte de los hombres que conozco o a mi mismo. Cuando la proximidad te resulta molesta lo es por encima de lo racional, es la costumbre la que te dicta dónde es demasiado, la diferencia es sutil pero real, apenas unos centímetros.
Luego está que yo soy un poco cactus.
Farolas
Vamos en autobús a la orilla occidental del Nilo mientras escribo estas palabras en mi libreta negra : alguien ha vomitado en los asientos de atrás y no ha tenido la decencia de decirlo : ha esperado a que otro lo encontrase por casualidad : el olor es insoportable : Lupe me va pasando un botecito de perfume a ratos para ayudarme a aguantar : no es una anécdota sucia sin más, a mi estas cosas me deprimen : me recuerdan que da igual dónde estés, los lugares que visites, la estupidez humana te persigue allí donde te escondas : me dan ganas de que pare el autobús y se haga un test de inteligencia a ver quién ha sido el desgraciado : seguro que piensa que no es su problema, que lo limpie otro : es insoportable : encima creo que sé quien fue pero me resisto a decir nada : trato de pensar por qué no les digo nada y me doy cuenta de que soy un cobarde : ya somos iguales : me siento como si hubiese sido yo mismo : porque yo también estuve atrás : dios, cada vez huele peor : uno me mira : no consigo entenderlo : contengo mi asco y me maravillo con la mente humana : ¿no pensarán ellos que fui yo? : las consecuencias son idénticas.
Dos mujeres
Hombre rezando
Todas las religiones tienen algún elemento sugestivo importante; impresiona entrar en una mezquita mientras el imán reza en alto y se escucha su eco entre los muros rompiendo el completo silencio; impresiona caminar descalzo sobre alfombras y la devoción de los orantes que se arrodillan; impresiona el sonido de la llamada al rezo desde los minaretes de la ciudad, cinco veces cada día; e impresiona que sean todos tan puros y el mundo siga siendo una mierda.
Chico en una garita
Nunca había visto tantas armas hasta que fui a Egipto, veías hombres con fusiles por todas partes; casi en cada esquina había un policía, para llegar a algunos lugares era obligatorio llevar escolta, si te fijabas bien distinguías agentes de paisano con pistolas bajo las americanas, chicos con ametralladoras en garitas, puntos de control en las carreteras, soldados y un largo etcétera militar. Lo peor era si te fijabas en ellos, muchos eran simples críos que apenas podían con el peso de los fusiles, aburridos por la falta de acontecimientos.
Egipto gasta casi dos billones y medio de dólares anualmente en sostener su ejército, su servicio militar obligatorio dura tres años. Hay un viejo dicho, "si quieres paz has de estar dispuesto a la guerra". Siempre me pareció una estupidez.
Chicos jugando al fútbol
A muchos europeos les choca mucho ver algunos barrios destrozados que parecen recién salidos de un bombardeo. No comprenden una vida rodeada de muros derrumbados, paredes caídas, ventanas desencajadas, techos cedidos y todo tipo de objetos abandonados por los suelos. Creo que después del terremoto de 1992 nadie se molestó en limpiar los escombros de manera que -para el europeo desprevenido- un paseo por el caos puede resultar desolador.
Hay muchos motivos que provocan esa desolación. Cada uno tiene los suyos.
Hay muchos motivos que provocan esa desolación. Cada uno tiene los suyos.
Estatuas
A cualquiera que le guste la Historia se le paraliza algo al ver algunos lugares. Estas estatuas estaban ahí mucho antes de que Alejandro Magno naciese y conquistase Egipto. Seguían ahí en tiempos de Roma cuando el Imperio dominó estas tierras. Olvidadas, sobrevivieron a los cristianos y permanecieron impasibles con el paso de los siglos mientras el Islam construía mezquitas por doquier en tiempos de Saladino. Enterraron a los mamelucos y vieron pasar a los británicos y a los alemanes en los tiempos de las guerras. Llegamos a la Luna y a Marte y seguían en pie, como pasará aún después de que ya no estemos aquí. Ese es el terror de la Historia, un miedo que nos atrae y nos fascina.
lunes, 26 de diciembre de 2005
Hombre bajo una puerta
En los templos es casi imposible no acabar haciendo alguna foto de turista. Vi que a muchos les entra el afán expoliador mezclado con una ansiedad voraz de retratar cada columna, cada muro, todas las puertas, obeliscos y tumbas que encuentren a su paso. Ni siquiera saben lo que registran pero lo hacen, aquí, allí, el techo, el suelo, otra vez aquí, cámaras de vídeo, cámaras compactas, reflex, digitales, de cartón de un sólo uso, teléfonos con memoria, un arsenal de cacharrería que impide que la gente pasee con serenidad entre las columnas e imagine mundos antiguos en los que el sol era un dios y la muerte casi un sueño.
Hombre desatando una barca
Es curioso que la mayor parte de los egipcios hablen de África como si fuese un lugar al sur, algo ajeno a ellos. Me dio la sensación -puedo estar equivocado, eso siempre- que les molestaba que se les asociase de alguna manera con la población nubia -que son negros- a los que se referían como gente del Sudán. De hecho la población negra del sur del país ni siquiera tenía reconocida la nacionalidad a pesar de haber perdido sus casas y sus vidas para que la presa de Asuán pudiese llevarse a cabo.
Visto eso, siempre que podía mencionaba que estábamos en Africa. Nadie se molestó en corregirme.
Mercado
Paseaba sin rumbo por el mercado intentando no llamar demasiado la atención con mi cámara; como soy bastante moreno casi pasaba por ser egipcio y los vendedores me molestaban mucho menos que al resto de extranjeros que se veían por ahí; sin embargo en cuanto alguien me veía haciendo fotos o hablar la ilusión de anonimato se desvanecía y tenía que escapar del lugar perseguido por una recua de vendedores de papiros, figuritas de alabastro, esencias, perfumes, alfombras e incluso semillas o hena. Otros te liaban con historias en las que siempre acababas pagando a alguien.
En una de esas un tipo moreno me vio fotografiando el pasillo de entrada de una mezquita. "¡Amigo!" me gritó. Se me pasó por la cabeza que estaba prohibido hacer fotos en los lugares de culto y que acababa de fastidiarla cuando el tipo llegó hasta mi lado haciendo el gesto universal de silencio -el dedo en los labios-. Otro gesto para que le siguiese y de repente todo era misterio, corrí tras él cuando le vi desaparecer bajo el arco de entrada de la mezquita. Sin decir palabra le seguí por un pasillo de baldosas mientras él sacaba una llave de sus ropajes. Miró a ambos lados como asegurándose de que nadie nos viese y abrió la puerta. Escaleras que subían. Entró y yo detrás. Cerró la puerta, pasó por otras escaleras diferentes, más antiguas. Abrió otra puerta con otra llave de aspecto viejo. La puerta daba a unas escaleras de caracol estrechas que subían, muchas, polvorientas, en la penumbra.
Me temblaba el pulso de la emoción. Traté de controlar la sonrisa con todas mis fuerzas. Cuanto más alegre se me notase en la cima del minarete más tendría que pagar al egipcio que me había conducido allí que esperaba como distraído mirando un nido de palomas, la cara de contento y frotándose las manos.
En una de esas un tipo moreno me vio fotografiando el pasillo de entrada de una mezquita. "¡Amigo!" me gritó. Se me pasó por la cabeza que estaba prohibido hacer fotos en los lugares de culto y que acababa de fastidiarla cuando el tipo llegó hasta mi lado haciendo el gesto universal de silencio -el dedo en los labios-. Otro gesto para que le siguiese y de repente todo era misterio, corrí tras él cuando le vi desaparecer bajo el arco de entrada de la mezquita. Sin decir palabra le seguí por un pasillo de baldosas mientras él sacaba una llave de sus ropajes. Miró a ambos lados como asegurándose de que nadie nos viese y abrió la puerta. Escaleras que subían. Entró y yo detrás. Cerró la puerta, pasó por otras escaleras diferentes, más antiguas. Abrió otra puerta con otra llave de aspecto viejo. La puerta daba a unas escaleras de caracol estrechas que subían, muchas, polvorientas, en la penumbra.
Me temblaba el pulso de la emoción. Traté de controlar la sonrisa con todas mis fuerzas. Cuanto más alegre se me notase en la cima del minarete más tendría que pagar al egipcio que me había conducido allí que esperaba como distraído mirando un nido de palomas, la cara de contento y frotándose las manos.
domingo, 25 de diciembre de 2005
Hombre sentado
Cuando llegas a ciertos lugares resulta que hay algunos egipcios trabajando, llevan canastos con piedras, tallan roca o vigilan la zona atentamente. Yo estoy muy acostumbrado a hacer fotos y creo que conozco un poco el mundo de la instantánea o el retrato donde siempre se necesita tiempo y paciencia para obtener lo que uno quiere; quizás por eso me sorprendió mucho la naturalidad con la que salían los egipcios trabajando en las primeras imágenes, era tan fotogénicos que acabó por resultarme sospechoso. Una voz interior me decía que era demasiado fácil. Para cerciorarme de mis temores, en un templo decidí esperar a que todos los turistas se fuesen por donde habían venido. El sol ya estaba en lo alto cuando no quedaba absolutamente nadie y todos los que trabajaban con rigor dejaron sus cuerdas, canastos y cinceles para así esperar a otra tanda de turistas a los que engañar con sus esfuerzos fingidos.
Por supuesto no pagué ni una piastra a ninguno de ellos por salir en una sola foto pero he de decir que evitar esa farsa me costó muchos esfuerzos. En Egipto nada es lo que parece.
Hombre en un mercado
Me fue imposible entender cómo piensan los egipcios a pesar de que puse bastante empeño en salirme del cánon del turista ocasional. Anduve por donde pocos van, tratando de ver algo más que templos antiguos y obeliscos caídos; no sirvió para nada, nunca dejé de sentirme un extraño. Durante el viaje esta idea me molestaba un poco y no paraba de darle vueltas, sin embargo reflexionando acerca de ello encontré la clave: es ingenuo tratar de entender otros mundos si ni siquiera comprendo el mío propio.
Con este pensamiento me quedé satisfecho.
sábado, 24 de diciembre de 2005
Calle
Creo que todo es confuso en Egipto, no sabes dónde mirar, dónde subir, qué lugar pisar, qué beber, con quién hablar, a quién hacer caso, el valor de las cosas o el sabor que tendrán una vez las pruebes y ya sea demasiado tarde. Como los olores en un mercado, la vida se superpone y se mezcla. Por las noches -al cerrar los ojos- escuchas tu corazón latiendo con fuerza; y no sabes si es porque eres feliz o perdiste los nervios.
lunes, 19 de diciembre de 2005
En el Cairo
Estoy vivo aunque estuve lejos de internet y sin tiempo para escribir acerca de Abu Simbel, el Valle de los Reyes, Karnak o las piramides (que acabo de ver hace un par de horas como por casualidad, en medio de la noche) o de esas mil cosas que me han pasado en este par de dias. Solo prometo una cosa, las fotos seran mejores que nunca, si todo va bien, incluso estoy contento con las imagenes robadas como sin querer, muchas, muchisimas; aunque todas en mi cabeza salvo unas pocas.
jueves, 15 de diciembre de 2005
Luces
Empecé a escribir un breve comentario que fuese simpático a la par que elegante, con cierto deje de sarcasmo antinavideño y con ese tonillo de saberlo todo que tanto me gusta. Tuve que borrarlo. Al mirar las dos o tres docenas de fotos que hice acerca de las lucecitas que han puesto por toda la ciudad me di cuenta de que la gente por la calle sigue teniendo su expresión de cansancio de siempre, achaparrados en sus bufandas y molestos con un frío que no deja alternativas. Pensé que ha llegado el momento de dejarles en paz con sus pequeñas alegrías, efímeras o no, inventadas por quien sea, postizas o lo que me de la gana. Bah, cualquier excusa es buena.
martes, 13 de diciembre de 2005
Egipto
Bueno, dentro de tres días estaré en Egipto. Escribiré todo lo que pueda aunque los primeros días voy a ir en barco por el Nilo y no tengo muy claro si encontraré algún tipo de conexión. Pase lo que pase queda prometida una serie completa de fotografías a mi regreso, el día 24.
:)
Ra
:)
Ra
viernes, 9 de diciembre de 2005
Médulas
En las Médulas los romanos reventaron el paisaje buscando oro y encima les quedó algo bonito, casi con apariencia natural. Los pasadizos horadados por el agua de las minas no tienen paredes calizas duras ni estalactitas colgando como una cueva de verdad, pero son oscuras y frías que al final es lo que importa. Paseando por ahí me pregunté qué cosas a las que estamos acostumbrados serán raras en el futuro, si llegará un día en el que alguien encuentre un basurero del siglo XXI y escriba una tesis acerca del Utillaje en los tiempos del Sida.
miércoles, 7 de diciembre de 2005
Bilbao - Barakaldo
Hasta que no estás en un verdadero tumulto de masas no te das cuenta de lo que es correr por un pabellón con una silla en alto junto a tres mil personas dispuestas a destrozarlo todo con tal de que el DJ apague la música de una santa vez. Sientes emoción, miedo y tu personalidad sensata se ve sustituída por una voz implacable que te dice -te dicta- que tienes que gritar hasta perder el alma.
martes, 6 de diciembre de 2005
Valencia
Una party es una reunión de chavales a los que les gusta el rollo de la informática, alguien encuentra un sitio y patrocinadores y se arma un lío de campeonato (van miles), normalmente para jugar, intercambiar pirateos, conseguir música y programas con facilidad y hacer exactamente lo mismo que haces en tu casa pero rodeado de cables por todas partes y ruido, mucho ruido.
A mi siempre me gustó ir, la verdad es que antes me lo pasaba de miedo, jugaba con los amigos y le veía la cara a alguno con el que llevaba meses jugando por internet; para mi era un evento por el que esperaba impaciente todo el año.
Sin embargo en el 2001 debí hacerme mayor o algo así. De repente el asunto había pedido su gracia, estaba allí sentado delante del monitor sin ganas de jugar a nada, sin motivos para escribir, sin ánimo para botellones o juergas de ningún tipo. Notaba un sabor distinto a todo. Tenía que pasar allí una semana y repentinamente se me antojaba como un suplicio. No podía fingir que me estaba divirtiendo, era imposible, así que decidí buscarme un pasatiempo. Por suerte había llevado una cámara prestada, una Canon Powershot II, una compacta digital que hoy en día no vale un peso pero de aquella estaba más que bien. Salí por los alrededores a sacar unas fotos porque si, sin afán turístico y -por primera vez- deseando que no saliese nadie conocido en ellas. Opté por el blanco y negro porque quería hacerme el listo aunque a la tercera o cuarta foto me di cuenta de que -sin saber por qué- me gustaba de verdad. Unos meses antes había comprado -por error- una de esas cámaras de usar y tirar en formato panorámico, me había llamado la atención la posibilidad de sacar imágenes en una tira; recordando eso, hice lo mismo.
No sabía nada de nada acerca de cómo sacar una foto artística -hoy tampoco lo sé- pero decidí dejarme guiar por la intuición y mentalmente empecé a generar normas que me guiasen. Me acostumbré a buscar series en las cosas, orden, desorden, luz, sombra y ese lado bonito que casi todo acaba teniendo dependiendo de cómo lo mires. Descubrí sensaciones nuevas que jamás había tenido, por ejemplo cuando esa chica de arriba hizo ese gesto de rascarse en el preciso instante en el que yo la miraba por el visor -a sus espaldas- y la pillé en el momento justo, fue indescriptible. Tuve que sentarme a respirar porque no sabía qué me pasaba. Bueno, era la emoción.
Las fotos gustaron mucho en su momento. De repente descubrí el poder de estas cosas, me escribieron correos preguntándome cosas que no sabía de mis propias fotos, varias personas vinieron a conocerme -me daba vergüenza decepcionarlas con mi ignorancia- e incluso el año siguiente usaron algunas para rediseñar el aspecto del evento. Por supuesto eso me animó a ir a más, poco a poco, comprarme una cámara, llevarla encima, hacer otras fotos de otras cosas, montones de veces hasta hoy.
En muchas cosas he cambiado, como es normal. Lo único que sigue idéntica es esa sensación interior después de haber hecho una buena foto, cosquillas en la garganta porque la vida es dulce... y te sonríe.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)