jueves, 29 de diciembre de 2016

NY, 18

Corría el año 1886 cuando se inauguró un regalo del gobierno de Francia a los Estados Unidos cuyo fin era consolidar las relaciones entre ambos paises. Se trataba de una obra llamada "La Liberté éclairant le monde" aunque todo el mundo la conocería como "Estatua de la Libertad". El monumento supuestamente conmemoraba el centenario de la independencia americana aunque lamentablemente esa fecha había pasado en 1876. No importó.

La idea del regalo francés se le ocurrió a un político llamado Eduardo Laboulaye y la estatua se la encargó (cómo no) a un amigo suyo, Auguste Bartholdi. Como todo proyecto faraónico que se precie, contó con numerosos contratiempos en su ejecución: Estados Unidos acababa de salir de la Guerra Civil en 1865 y las cosas aparte de ser un caos iban muy lentas allí; el escultor hizo en 1870 un primer modelo en terracota pero éste no valió, luego Francia entró en guerra con Prusia (y la simpatía estadounidense por el Imperio Alemán no acabó de ilusionar a los franceses, la verdad) y tras perder la contienda aún tuvo algunos dramas políticos que dificultaban cualquier proyecto. En 1871 el escultor se reunió en Nueva York con el presidente Ulysses S. Grant y eligieron una isla llamada Bedloe para montar el tinglado. Es posible que durante ese viaje Bartholdi conociese a Isabella Eugenie Boyer, viuda de un inventor americano llamado Isaac Singer (recordarán las máquinas de coser de éste señor), cuya cara podría ser la inspiración para la estatua.

La obra fue costeada con dinero recaudado por la llamada "Unión Franco-Estadounidense" que organizó en Francia todo tipo de espectáculos, banquetes, loterías y recibió donaciones. En los Estados Unidos se organizaron obras de teatro, exposiciones de arte, subastas y combates de boxeo. Por descontado el precio final superó con creces lo previsto. El mismo Joseph Pulitzer ayudó a recaudar fondos a través de su periódico New York World para acabar las obras del pedestal, un antiguo fuerte de cañones reconvertido.

El conocido ingeniero Gustave Eiffel fue contratado para realizar la estructura de bronce, el esqueleto interno de la estatua. Aunque Bartholdi quería acabar la obra para el mencionado centenario de 1876 simplemente fue imposible: empezaron tarde y además se les rompió la mano de la estatua de forma que fueron enseñando trozos poco a poco, se pudo ver la cabeza por primera vez en 1878, en la Exposición Universal de París. Al final terminaron la estatua en 1884, la desmontaron en 1885 y llegó a Nueva York en 350 piezas en 1886 a bordo de la fragata Isère. Como no eran los tiempos del Ikea, llevó cuatro meses ensamblarla.

Se inauguró con gran expectación el 28 de octubre de 1886, con unos diez años de restraso. Entre ese año y 1902 también funcionó como faro; se veía a 39 kilómetros de distancia.

En 1916 se cambió la antorcha de cobre por una de vitral amarillo diseñada por Gutzon Borglum (famoso por sus esculturas del Monte Rushmore) aunque ese mismo año se clausuró el acceso debido a la nefasta Explosión Black Tom, un acto de sabotaje alemán (estaban en plena I Guerra Mundial) que voló por los aires un islote cercano a la estatua donde se guardaban mil toneladas de munición y 45 de dinamita listas para ser enviadas a Inglaterra y Francia. La explosión fue tan grande que rompió todas las ventanas de Nueva York y 40 kilómetros a la redonda generando un terremoto de 5'5 en la escala de Richter (se notó en Filadelfia). Por supuesto la Estatua de la Libertad recibió daños con el bombazo, en especial en la falda y la antorcha. Incluso el campanario del Jersey Journal, a más de dos kilómetros, recibió impactos y su reloj se detuvo a las 2:12 am (como el de Back to the Future). La misma puerta del ayuntamiento se rompió. Tras eso hubo que reparar la estatua y se cerró el acceso a la antorcha.

Sobra decir que con los años la Estatua de la Libertad se convirtió en un icono del mundo moderno. Es una de las favoritas del cine junto con el Golden Gate para explotar, reventar, congelarse o ser encontrada en un mundo distópico habitado por simios. Recibe tres millones y medio de visitas al año aunque la mayoría de los newyorkinos jamás la ha visitado.

Mucha gente que viene a Nueva York por primera vez suele decirme que les parece pequeña. No sé, mide 45 metros de alto (el doble si le sumamos la base) y es la segunda más grande del continente (sólo superada por una locura que hicieron en Puerto Rico, el Birth of the New World). Quizás en las películas se magnifica un poco pero a mi me parece grandísima.

Curiosamente el sello de correos del servicio postal de los Estados Unidos que tiene la cara de la Estatua de la Libertad no usa la original sino una fotografía de la reproducción de plástico que hay en Las Vegas.


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