En 1635 los hermanos Morgan (Miles, John y James) desembarcaron en Massachussetts. Venían buscando una oportunidad en el Nuevo Mundo desde un pueblito llamado Llandaff, en Gales. Allí la cosa se estaba poniendo tensa y de hecho muy poco después el Protector de Inglaterra, Oliver Crownwell, arrasó el lugar. Se puede decir que los Morgan eligieron el momento oportuno para escapar de la vieja Europa. El mayor de ellos, Miles, se dedicó a ser soldado y granjero. Le fue bastante bien y de hecho murió feliz a los 83 años. Crió muchos hijos, uno de ellos llamado Nathaniel que trabajaría como oficial de ayuntamiento, perito y administrativo. Tuvo nada menos que siete chicos. El quinto de ellos, Joseph, se hizo tejedor y soldado. Ya corría el 1735 -un siglo después de la llegada de su abuelo- cuando se casó con una tal Mary Stebbins y montaron juntos una granja de 200 acres. Al morir, sus dos hijos heredaron; se llamaban Joseph Jr. y Titus. A ambos les alcanzó de lleno la Guerra de Independencia contra Inglaterra. En ésta Joseph Jr. se distinguió siendo capitán de la 8ª Compañía de milicianos del condado de Hampshire, en el año 1776. Murió así, como muchos colonos, y cuando Estados Unidos empezó a ser un país su hijo Joseph III se llevó 112 acres de tierra como recompensa póstuma. Pero Joseph III no quería ser granjero de modo que lo vendió todo y en 1816 compró la Hartford Exchange Coffee House y se hizo tabernero. En su casa de café empezó a conocer a mucha gente, hizo contactos y dinero. En 1825 se lanzó a las finanzas con una casa de seguros de incendios, la Aetna Fire Insurance Company. Llevaba todos sus asuntos desde la taberna mientras servía mesas.
El 16 de diciembre de 1835 la ciudad de Nueva York amaneció con un frío terrible, -27 grados centígrados. Tanto el Hudson como el East River estaban congelados de forma que se podía cruzar caminando desde Manhattan a Brooklyn (que por aquel entonces no pertenecía a la urbe). Apenas había agua en la ciudad a pesar de las epidemias de cólera que habían acelerado la construcción de canales para mejorar la salubridad de Manhattan. Con tanto frío había muchas estufas de carbón encendidas; una de ellas en una casa cualquiera de Wall Street tenía unas cortinas cerca y empezó un incendio. Entiéndase que en Nueva York en aquel momento había almacenado un tercio de todos los bienes y mercancías que iban y venían de los Estados Unidos. Todos estos almacenes tenían estructuras de hierro pero básicamente eran de madera. Cuando el incendio se empezó a extender los bomberos no tuvieron agua para apagarlo -estaba congelada- y tuvieron que pedir ayuda a los marines para volar por los aires edificios enteros para crear un cortafuegos. Tampoco había pólvora suficiente y hubo que buscarla. Entretanto el incendio se fue totalmente de las manos e incluso se veía desde Filadelfia, a 130 km de distancia. El resultado nefasto fueron 17 manzanas arrasadas y unos 700 edificios destruidos, sin contar con millones y millones de pérdidas en mercancía.
De las 26 compañías aseguradoras de incendios que cubrían la ciudad en ese año de 1835, 23 se fueron a la mierda y quebraron. Una de las tres que no lo hizo la llevaba un tipo desde una posada, nuestro Joseph III Morgan que pagó religiosamente lo que le correspondía, justo dos siglos después de que su tatatarabuelo llegase al Nuevo Mundo desde Gales.
Al año siguiente del incendio el hijo de Joseph, llamado Junius Spencer Morgan, se metió en el mundo financiero con la gran ventaja de que -gracias a su padre- todo el mundo confiaba en su apellido. Junius ya de pequeñito apuntaba maneras de fenicio y lo demostró con creces a lo largo de su vida. Trabajó en una firma bancaria de Londres que en 1864 cambiaría su nombre por "J.S. Morgan & Co". y que durante los años de la Guerra Civil Americana (1861-1865) amasó una increíble fortuna gracias a su inteligente uso del telégrafo (que un vecino de Nueva York llamado Samuel Morse había inventado un par de años antes del gran incendio; de hecho tras la devastación de la ciudad el tal Morse intentó ser alcalde de la misma pero fracasó).
Junius murió en un accidente de carruaje en 1890 (es lo que tenía vivir en el siglo XIX) con una fortuna acumulada de diez millones de dólares, que equivalen a más de doscientos sesenta de hoy en día. Su hijo, John Piermont Morgan, tomó el control de la compañía y le cambió el nombre a "J.P. Morgan & Co". No tardaría en convertirse en el banquero más importante de la historia de los Estados Unidos estando detrás de la modernización financiera del país, de la creación de la General Electric, del auge de la industria del acero, la mecanización del campo americano y la expansión de las comunicaciones (uno de sus pocos fracasos fue el financiar el primer intento de la historia de crear una red inalámbrica transatlántica en Long Island, Nueva York, a cargo de su amigo Nikola Tesla). Era tan sumamente millonario que poseía muchas casas, una mansión en la Avenida Madison con la calle 36 en Nueva York, alguna isla en la costa de Long Island, numerosas colecciones de arte (era presidente del Museo Metropolitano), gemas, así como yates y barcos. Le gustaba tanto la navegación que estando en Europa en un viaje de negocios decidió comprar pasajes en la sensación del momento: el RMS Titanic. Horas antes de embarcar cambió de opinión y decidió irse a los Alpes.
Tampoco es que se librase por mucho porque un año después J.P. Morgan murió en Roma, corría el 1913. A lo largo de su vida no había tenido muy buena salud, de hecho había pasado tiempo en las islas Azores para recuperarse de su reumatismo. Heredó el imperio su hijo J.P. Morgan Jr. recién salido de Harvard; al año siguiente del fallecimiento de su padre abrió un establecimiento de la "J.P. Morgan & Co." en el número 23 de Wall Street, Nueva York. El lugar empezó a llamarse "La Casa de Morgan" o "la Esquina" y durante mucho tiempo fue el lugar financiero más importante de los Estados Unidos, aunque no sin contratiempos: en el año 1920 una presunta bomba anarquista explotó frente al banco y mató a 38 personas e hirió a 400. Se encontró en Broadway una nota anónima que decía "Recuerden que no toleraremos esto mas. Liberen a los presos políticos o tengan la certeza de que les llegará la muerte a todos ustedes. Luchadores Anarquistas Americanos". El FBI investigó durante 20 años el asunto, que se quedó así sin resolver.
En fin, J.P. Morgan Jr., a pesar de los sustos, se forró a lo bruto en la I Guerra Mundial prestando dinero a los Aliados e invirtiendo en la industria de guerra que nutría a Gran Bretaña y Francia. Tras el conflicto decidió donar la mansión de su padre en Nueva York como biblioteca y museo bajo el nombre de Morgan Library & Museum. El edificio había sido diseñado por un señor llamado Isaac Newton Phelps Stoke que no es el físico, por supuesto, pero sí es un tipo que sale aleatoriamente con su mujer en un famoso cuadro de Sargent pintado en 1897.
La historia de los Morgan continúa, por supuesto, y se ramifica hasta hoy en día. Antes de la II Guerra Mundial el banco empezó a ser una multinacional y tras muchos devenires cambió de nombre en 1990 para llamarse "JPMorgan Chase", el sexto banco más poderoso del mundo. Desgraciadamente fue uno de los responsables de la crisis global del año 2008 por culpa de las llamadas "subprime" o hipotecas basura que estuvo cerca de reventar sin remedio la economía mundial. Tras una tormenta de denuncias y juicios en el año 2013 llegaron a un acuerdo con el gobierno americano que les obligó a pagar $13.000.000.000 de indemnización. De este dinero solo un 25% llegó a los consumidores.
Hoy es viernes y la Morgan Library abre gratis de 5 a 8. Resulta que está justo al lado de mi casa, como a treinta metros. Me daré un paseo por dentro y me preguntaré qué habría sido del mundo si Miles Morgan no hubiese salido de Gales o si el diciembre de 1835 no hubiese sido tan frío en Nueva York. Daré un portazo y tendré la certeza de que por mi culpa alguien en Ulan Bator acabará estornudando. Salud.
El 16 de diciembre de 1835 la ciudad de Nueva York amaneció con un frío terrible, -27 grados centígrados. Tanto el Hudson como el East River estaban congelados de forma que se podía cruzar caminando desde Manhattan a Brooklyn (que por aquel entonces no pertenecía a la urbe). Apenas había agua en la ciudad a pesar de las epidemias de cólera que habían acelerado la construcción de canales para mejorar la salubridad de Manhattan. Con tanto frío había muchas estufas de carbón encendidas; una de ellas en una casa cualquiera de Wall Street tenía unas cortinas cerca y empezó un incendio. Entiéndase que en Nueva York en aquel momento había almacenado un tercio de todos los bienes y mercancías que iban y venían de los Estados Unidos. Todos estos almacenes tenían estructuras de hierro pero básicamente eran de madera. Cuando el incendio se empezó a extender los bomberos no tuvieron agua para apagarlo -estaba congelada- y tuvieron que pedir ayuda a los marines para volar por los aires edificios enteros para crear un cortafuegos. Tampoco había pólvora suficiente y hubo que buscarla. Entretanto el incendio se fue totalmente de las manos e incluso se veía desde Filadelfia, a 130 km de distancia. El resultado nefasto fueron 17 manzanas arrasadas y unos 700 edificios destruidos, sin contar con millones y millones de pérdidas en mercancía.
De las 26 compañías aseguradoras de incendios que cubrían la ciudad en ese año de 1835, 23 se fueron a la mierda y quebraron. Una de las tres que no lo hizo la llevaba un tipo desde una posada, nuestro Joseph III Morgan que pagó religiosamente lo que le correspondía, justo dos siglos después de que su tatatarabuelo llegase al Nuevo Mundo desde Gales.
Al año siguiente del incendio el hijo de Joseph, llamado Junius Spencer Morgan, se metió en el mundo financiero con la gran ventaja de que -gracias a su padre- todo el mundo confiaba en su apellido. Junius ya de pequeñito apuntaba maneras de fenicio y lo demostró con creces a lo largo de su vida. Trabajó en una firma bancaria de Londres que en 1864 cambiaría su nombre por "J.S. Morgan & Co". y que durante los años de la Guerra Civil Americana (1861-1865) amasó una increíble fortuna gracias a su inteligente uso del telégrafo (que un vecino de Nueva York llamado Samuel Morse había inventado un par de años antes del gran incendio; de hecho tras la devastación de la ciudad el tal Morse intentó ser alcalde de la misma pero fracasó).
Junius murió en un accidente de carruaje en 1890 (es lo que tenía vivir en el siglo XIX) con una fortuna acumulada de diez millones de dólares, que equivalen a más de doscientos sesenta de hoy en día. Su hijo, John Piermont Morgan, tomó el control de la compañía y le cambió el nombre a "J.P. Morgan & Co". No tardaría en convertirse en el banquero más importante de la historia de los Estados Unidos estando detrás de la modernización financiera del país, de la creación de la General Electric, del auge de la industria del acero, la mecanización del campo americano y la expansión de las comunicaciones (uno de sus pocos fracasos fue el financiar el primer intento de la historia de crear una red inalámbrica transatlántica en Long Island, Nueva York, a cargo de su amigo Nikola Tesla). Era tan sumamente millonario que poseía muchas casas, una mansión en la Avenida Madison con la calle 36 en Nueva York, alguna isla en la costa de Long Island, numerosas colecciones de arte (era presidente del Museo Metropolitano), gemas, así como yates y barcos. Le gustaba tanto la navegación que estando en Europa en un viaje de negocios decidió comprar pasajes en la sensación del momento: el RMS Titanic. Horas antes de embarcar cambió de opinión y decidió irse a los Alpes.
Tampoco es que se librase por mucho porque un año después J.P. Morgan murió en Roma, corría el 1913. A lo largo de su vida no había tenido muy buena salud, de hecho había pasado tiempo en las islas Azores para recuperarse de su reumatismo. Heredó el imperio su hijo J.P. Morgan Jr. recién salido de Harvard; al año siguiente del fallecimiento de su padre abrió un establecimiento de la "J.P. Morgan & Co." en el número 23 de Wall Street, Nueva York. El lugar empezó a llamarse "La Casa de Morgan" o "la Esquina" y durante mucho tiempo fue el lugar financiero más importante de los Estados Unidos, aunque no sin contratiempos: en el año 1920 una presunta bomba anarquista explotó frente al banco y mató a 38 personas e hirió a 400. Se encontró en Broadway una nota anónima que decía "Recuerden que no toleraremos esto mas. Liberen a los presos políticos o tengan la certeza de que les llegará la muerte a todos ustedes. Luchadores Anarquistas Americanos". El FBI investigó durante 20 años el asunto, que se quedó así sin resolver.
En fin, J.P. Morgan Jr., a pesar de los sustos, se forró a lo bruto en la I Guerra Mundial prestando dinero a los Aliados e invirtiendo en la industria de guerra que nutría a Gran Bretaña y Francia. Tras el conflicto decidió donar la mansión de su padre en Nueva York como biblioteca y museo bajo el nombre de Morgan Library & Museum. El edificio había sido diseñado por un señor llamado Isaac Newton Phelps Stoke que no es el físico, por supuesto, pero sí es un tipo que sale aleatoriamente con su mujer en un famoso cuadro de Sargent pintado en 1897.
La historia de los Morgan continúa, por supuesto, y se ramifica hasta hoy en día. Antes de la II Guerra Mundial el banco empezó a ser una multinacional y tras muchos devenires cambió de nombre en 1990 para llamarse "JPMorgan Chase", el sexto banco más poderoso del mundo. Desgraciadamente fue uno de los responsables de la crisis global del año 2008 por culpa de las llamadas "subprime" o hipotecas basura que estuvo cerca de reventar sin remedio la economía mundial. Tras una tormenta de denuncias y juicios en el año 2013 llegaron a un acuerdo con el gobierno americano que les obligó a pagar $13.000.000.000 de indemnización. De este dinero solo un 25% llegó a los consumidores.
Hoy es viernes y la Morgan Library abre gratis de 5 a 8. Resulta que está justo al lado de mi casa, como a treinta metros. Me daré un paseo por dentro y me preguntaré qué habría sido del mundo si Miles Morgan no hubiese salido de Gales o si el diciembre de 1835 no hubiese sido tan frío en Nueva York. Daré un portazo y tendré la certeza de que por mi culpa alguien en Ulan Bator acabará estornudando. Salud.
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