lunes, 8 de mayo de 2006

Hombre con periódico


Sonó un gallo a eso de las 5:45. Hacía mucho tiempo que no escuchabas uno y te supo extraño. En la noche se habían oído algunas voces en las calles mal iluminadas, perros y algún auto. El resto, un rumor de aire de ciudad imposible de describir que encima se mezclaba con un olor dulzón y denso. Te sentías como si no fueses tú el que estabas allí en aquel cuartucho de paredes color crema y techo alto, en aquel hotel de fachada antigua y nueva con balcones pequeños y columnas cuadradas, en aquella calle casi de tierra justo al lado del Malecón, en aquella ciudad, en aquella isla.

Tarde o temprano reconocerías que tenías miedo. Alguien te preguntó si habías traído algún periódico o algo así que regalar sin más, te sentiste un poco mal. Habías escuchado las historias sobre bolígrafos y no les habías dado crédito y entonces era tarde, valiente idiota.

Luego habías salido a pasear en la noche sin la cámara, manos en los bolsillos, casi avergonzado no sabías de qué. Caminaste por el Prado. No muy lejos viste un café de turistas y te dio lástima, era un escaparate de dentro afuera. Recuerdo que no entraste, en vez de eso seguiste caminando y viste puestos de comida en una calle transversal, gente por todas partes, negros flacos gordos mujeres –todas con sandalias y la mayoría mulatas o negras- muchos del brazo, arrimados como si no hiciese el calor que hacía. Te vanagloriabas en tus pantalones vaqueros sucios y tu gastada camiseta negra pensando que nadie sabía que no eras de allí –también había blancos, bien podrían confundirte con uno- cuando un negro se acercó y te preguntó en inglés si necesitabas ayuda. Estaba claro. Fue ahí cuando te desmoronaste un poco y te fuiste en dirección contraria, volviste por los mismos puestos y las mismas aceras pero ya eras un postizo y lo sabías. Otro negro abrazado a dos mulatas y con gafas de sol –a pesar de la noche cerrada y luna chica- te dijo hola amigo. Una mujer –no sabes cómo era, no te giraste para verla bien- te gritó desde una puerta de un bar para que fueses allí.

Llegaste a tu cuarto de paredes color crema y techo alto. Era tarde o ya temprano, intentabas no pensar en el tiempo en España, no ser como aquella de Murcia que en la cola de inmigración se quejaba por la impuesta obligación de cambiar el reloj. Creías que no pegarías ojo pero te quedaste roque y soñaste turbio para, finalmente, despertarte con un brusco sobresalto. Cuando sonó el mencionado gallo a las 5:45 no estabas en cama sino en camiseta por la habitación, persiana a medio bajar y haciendo fotos oscuras (negras, nunca salieron) al vano de la puerta alta; habías visto que muchas luces allí eran como verdosas (entraba la penumbra desde el pasillo) y no pudiste evitar dejar constancia de ello para dejar de pensar a borbotones y distraerte un poco. Al momento te viste agotado, te costaba incluso abrir los ojos o levantar una mano, decidiste seguir durmiendo y por dios dejar de lado el miedo a lo desconocido. Apagaste la luz y te dormiste (una vez más) al instante. Negro oscuro, casi como las fotos de la puerta alta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola viajero!
Me parece que esta foto fue tomada con un tele, estoy equivocada?
En este hombre me parece ver todos los hombres cubanos de esa edad, así los recuerdo.
Natalia

ramón dijo...

Jejeje, ¡te colaste!

Está hecha con mi 17-85, de lleno

:)