jueves, 11 de mayo de 2006

Ciudad de noche


Aquel día fue el despertador el que te arruinó el sueño. Quizás por primera vez en días habías conseguido una inconsciencia limpia y pura sin maquinaciones oníricas y turbios microsueños en los que se te aparecían imágenes a las que no querías buscar sentido.

Te vestiste rápido, la guagua que te llevaría al aeropuerto pasaba a las cinco de la mañana (cinco y veinte hora cubana). Con tus aletas atadas a la bolsa bajaste a bostezar al vestíbulo, por las calles oscuras ni un alma. Te preguntaste entonces seriamente quiénes eran los que te despertaban con sus charlas y sus gritos pelados. Por fin llegó el autobús y, con la nariz pegada al cristal de tu asiento, pensaste que seguramente la ciudad tenía menos luz por aquel entonces que un siglo antes de que se inventase la bombilla. Llegaste al aeródromo, poco más que una caseta. Tras otra espera (cubana) conseguiste subirte a la avioneta. No recordabas haber ido en un avión a hélice en tu vida. Cuando despegasteis un cubano negro que estaba a tu lado se rió un poco y afirmó:

-Tienes miedo.
-Qué va- pusiste voz de valiente con un deje sutil de despreocupación bien estudiada.
-No se inquiete. El avión es ruso.

No hay comentarios: