sábado, 20 de mayo de 2006

Historia de una foto



En alguna ocasión me han preguntado por qué no monto una pequeña exposición o algo así. Aparte de que no me parece tan sencillo (la gente hace un par de fotos y parece ansiosa por colgarlas donde sea, hay que tener autocrítica) yo suelo encogerme de hombros y sonreír. En realidad opino que en un mundo sin dioses como el mío la muerte representa un vacío ilimitado e inexorable. Quizás hago fotos para que, en el futuro sin mi, alguien vea lo mismo que yo vi. Pensar eso me libera de aprensión, saber que cuando yo no esté alguien (no sabemos quién) mirará está foto y, por unos segundos, estará conmigo en aquellas escaleras bajo el sol, quieto, manteniendo la respiración y el pulso, escuchando ese rumor de ciudad, oliendo a calor y asfalto, recién tomado un café solo, sin azúcar.

Por eso creo que enseñar fotos –más allá de ciertos ámbitos, como éste mismo- carece de sentido. Habrá mucho tiempo para verlas luego.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ver tu serie "historia de una foto" me hizo acordar a mi ciudad, donde en la plaza principal hay un señor con una cámara tan antigua como la de la serie y saca fotos a parejas enamoradas y a niños jugando con palomas. La primera y la última toma casi iguales cierran el círculo de esta bonita historia.
N.

Maz dijo...

No hace falta que estés muerto. Ya podemos ver lo mismo que tú ^_^.