Seguimos en Kioto visitando templos y subiendo montañas, que es casi lo mismo. Como en todos los viajes las pequeñas aventuras se acumulan pero o las vives o las cuentas, no hay tiempo para ambas cosas hoy. Así que en otro momento hablaremos del calzador de Alfonso, del sitio de tempura, de los helados de té verde, de las nominaciones del corto de Cecilia que llegan a las cuatro de la mañana o del lavado de ropa, sin olvidar a las chicas de la Kyoto Tower, mi conversación en japonés con un taxista o el tamaño atroz de la estación de tren de la ciudad. Mientras tanto, un apunte especial: por hache o por bé llevamos ya un par de días cenando dos veces y es que yo no como carne y Ceci no come pescado y es probablemente la peor combinación posible para visitar Japón.
Nos vamos ahora al castillo. Siempre me hace feliz decir esa frase.
Nos vamos ahora al castillo. Siempre me hace feliz decir esa frase.
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