Hoy toca hablar del sistema métrico decimal y Napoleón pues cuando el otro día mencioné que tenían cierta relación, casi mentí.
Antes de empezar hemos de aclarar una cosa importante: las medidas, a lo largo de la Historia, no han sido uniformes ni de broma. Esta obviedad es capital para entender muchas cosas, un pie no era igual en Castilla y Escocia, un saco no contenía lo mismo en el norte de Italia o en el sur de Francia, vamos, que a menudo una fanega no era una fanega. Y no nos volvamos locos pensando que eran diferencias nacionales, un vulgar palmo no era igual en un pueblo y en el de al lado. Los pesos variaban (por lo tanto el valor de las monedas), las medidas de longitud y de volumen. Era un follón de campeonato, tanto que en algunas iglesias de España si vas fuera y miras atentamente en los muros verás unas marcas que señalaban, por ejemplo, lo que medía una vara. Era la única forma de fiarse porque nadie se atrevía a profanar un muro sagrado y por tanto era algo fijo (al menos en la parroquia).
El problema radica en que quien controla las medidas tiene poder. Pongamos que eres un terrateniente y tus campesinos han de pagarte diez sacos de grano por año y tú decides de qué tamaño es el saco; tienes poder. O te tienen que pagar doce varas de lino, y tú dices lo que mide una vara. O siete toneles, y tú pones los toneles. O tres pies de cordel, y tú dices lo que es un pié. Era casi como cuando tu abuela te da una receta y te dice que pongas una pizca de sal, vas listo. Por tanto la historia de la gente ha venido dictada por este hecho, el que manda dicta las medidas y el que no manda se jode.
La Revolución Francesa cambió muchas cosas en el viejo mundo y trajo algunos ideales que aunque hoy en día nos parecen normales, en aquel momento eran fantasía pura. Varios de ellos que nos suenan son la igualdad, libertad y fraternidad, que no fueron el lema del momento (se convertirían en frase común medio siglo después) pero eran ideas que estaban en el aire. Así que en el año 1790 la Asamblea Nacional de Francia, en su idilio con la Historia, decide abordar el tema de las medidas y eliminar de un tajo una herramienta de poder largamente usada por los de arriba. La idea era crear un sistema igual (para todos), libre (que nadie lo tuviese en el muro de su iglesia), y fraternal (es decir, universal).
Acometieron la misión dos científicos franceses llamados Jean Baptiste Joseph Delambre y Pierre Méchain. Más tarde entraría en el equipo un español, Gabriel Ciscar. Decidieron basar todo el sistema en una medida única, el metro. La propia palabra "metron" en griego significa "medida". Para ser totalmente objetivos en lo que debía medir la unidad, estipularon que el metro fuese la diezmillonésima parte de la distancia que separa el Polo Norte del Ecuador, a través de la superficie terrestre, lo que se llama Arco de Meridiano.
Para medir esto nadie fue contando los pasos desde el Polo Norte hasta la línea del Ecuador, eso está claro. Los matemáticos de la época sabían que con trigonometría se podía hacer el cálculo teniendo datos de dos puntos: los elegidos fueron Dunkerque y Barcelona. Hacer esta medición con un sistema actual de GPS y satélites o incluso con automóviles, es una cosa simple; pero hacerla en 1791 llevó siete años y fue una odisea. Hubo infinidad de problemas, entre ellos que los científicos necesitaban dejar unas varas largas cada determinada distancia y los campesinos catalanes y franceses las robaban. Hubo que convencer a obispos para que en vez de varas fuesen cruces y aquel que rezase en ellas obtuviese absolución: tras eso no desapareció una mas. Añadamos que entre 1793 y 1795 el Reino de España y la República Francesa estuvieron en guerra, pero la medición se consideró tan importante que se hizo una excepción nacional e incluso tropas españolas escoltaron al equipo francés.
Finalmente se hizo. Con la medición se definió el metro y a partir de él se desglosaron las unidades de volumen (el litro, igual a un decímetro cúbico), de peso (el grave -de gravedad- igual al de un litro de agua destilada; luego se llamó kilo + gramo) y de superficie (el área, igual a un cuadrado de 10 metros de lado): se creó así el sistema métrico decimal. Se hicieron patrones de todo esto y el 22 de Junio de 1799 fue el primer día oficial de su uso.
Volvamos a Napoleón. Durante un tiempo este señor había sido el ídolo de los románticos idealistas como militar al servicio de la República Francesa. El mismo Beethoven le dedicó su 3ª Sinfonía, a la que llamó "Heroica". Cinco meses después de que se adoptase el sistema métrico decimal el señor Bonaparte dio un golpe de estado y se autonombró cónsul. En 1804 se coronó, nada más y nada menos que Emperador, fusilando de una vez por todas los ideales revolucionarios. Canceló muchas cosas previas pero al menos no abolió el sistema decimal aunque (como buen emperador) no le gustaba nada; acerca del mismo escribió "es atormentar al pueblo con fruslerías".
Beethoven le quitó el nombre a su 3ª Sinfonía.
Antes de empezar hemos de aclarar una cosa importante: las medidas, a lo largo de la Historia, no han sido uniformes ni de broma. Esta obviedad es capital para entender muchas cosas, un pie no era igual en Castilla y Escocia, un saco no contenía lo mismo en el norte de Italia o en el sur de Francia, vamos, que a menudo una fanega no era una fanega. Y no nos volvamos locos pensando que eran diferencias nacionales, un vulgar palmo no era igual en un pueblo y en el de al lado. Los pesos variaban (por lo tanto el valor de las monedas), las medidas de longitud y de volumen. Era un follón de campeonato, tanto que en algunas iglesias de España si vas fuera y miras atentamente en los muros verás unas marcas que señalaban, por ejemplo, lo que medía una vara. Era la única forma de fiarse porque nadie se atrevía a profanar un muro sagrado y por tanto era algo fijo (al menos en la parroquia).
El problema radica en que quien controla las medidas tiene poder. Pongamos que eres un terrateniente y tus campesinos han de pagarte diez sacos de grano por año y tú decides de qué tamaño es el saco; tienes poder. O te tienen que pagar doce varas de lino, y tú dices lo que mide una vara. O siete toneles, y tú pones los toneles. O tres pies de cordel, y tú dices lo que es un pié. Era casi como cuando tu abuela te da una receta y te dice que pongas una pizca de sal, vas listo. Por tanto la historia de la gente ha venido dictada por este hecho, el que manda dicta las medidas y el que no manda se jode.
La Revolución Francesa cambió muchas cosas en el viejo mundo y trajo algunos ideales que aunque hoy en día nos parecen normales, en aquel momento eran fantasía pura. Varios de ellos que nos suenan son la igualdad, libertad y fraternidad, que no fueron el lema del momento (se convertirían en frase común medio siglo después) pero eran ideas que estaban en el aire. Así que en el año 1790 la Asamblea Nacional de Francia, en su idilio con la Historia, decide abordar el tema de las medidas y eliminar de un tajo una herramienta de poder largamente usada por los de arriba. La idea era crear un sistema igual (para todos), libre (que nadie lo tuviese en el muro de su iglesia), y fraternal (es decir, universal).
Acometieron la misión dos científicos franceses llamados Jean Baptiste Joseph Delambre y Pierre Méchain. Más tarde entraría en el equipo un español, Gabriel Ciscar. Decidieron basar todo el sistema en una medida única, el metro. La propia palabra "metron" en griego significa "medida". Para ser totalmente objetivos en lo que debía medir la unidad, estipularon que el metro fuese la diezmillonésima parte de la distancia que separa el Polo Norte del Ecuador, a través de la superficie terrestre, lo que se llama Arco de Meridiano.
Para medir esto nadie fue contando los pasos desde el Polo Norte hasta la línea del Ecuador, eso está claro. Los matemáticos de la época sabían que con trigonometría se podía hacer el cálculo teniendo datos de dos puntos: los elegidos fueron Dunkerque y Barcelona. Hacer esta medición con un sistema actual de GPS y satélites o incluso con automóviles, es una cosa simple; pero hacerla en 1791 llevó siete años y fue una odisea. Hubo infinidad de problemas, entre ellos que los científicos necesitaban dejar unas varas largas cada determinada distancia y los campesinos catalanes y franceses las robaban. Hubo que convencer a obispos para que en vez de varas fuesen cruces y aquel que rezase en ellas obtuviese absolución: tras eso no desapareció una mas. Añadamos que entre 1793 y 1795 el Reino de España y la República Francesa estuvieron en guerra, pero la medición se consideró tan importante que se hizo una excepción nacional e incluso tropas españolas escoltaron al equipo francés.
Finalmente se hizo. Con la medición se definió el metro y a partir de él se desglosaron las unidades de volumen (el litro, igual a un decímetro cúbico), de peso (el grave -de gravedad- igual al de un litro de agua destilada; luego se llamó kilo + gramo) y de superficie (el área, igual a un cuadrado de 10 metros de lado): se creó así el sistema métrico decimal. Se hicieron patrones de todo esto y el 22 de Junio de 1799 fue el primer día oficial de su uso.
Volvamos a Napoleón. Durante un tiempo este señor había sido el ídolo de los románticos idealistas como militar al servicio de la República Francesa. El mismo Beethoven le dedicó su 3ª Sinfonía, a la que llamó "Heroica". Cinco meses después de que se adoptase el sistema métrico decimal el señor Bonaparte dio un golpe de estado y se autonombró cónsul. En 1804 se coronó, nada más y nada menos que Emperador, fusilando de una vez por todas los ideales revolucionarios. Canceló muchas cosas previas pero al menos no abolió el sistema decimal aunque (como buen emperador) no le gustaba nada; acerca del mismo escribió "es atormentar al pueblo con fruslerías".
Beethoven le quitó el nombre a su 3ª Sinfonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario