domingo, 31 de diciembre de 2017

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Recuerdas aquellos días de veranos extremeños en los que parecía que todo sería siempre igual, esperando para ir a la piscina en la esquina del parque junto al buzón amarillo a Ángel, a Juanito, a Bárbara o a Mané. Toalla en mano, con el bono mensual, el bañador puesto y un bocadillo en la bolsa. Y es que la vida era tan sencilla como desayunar galletas con leche, pasear por la casa inmensa oliendo a limonero y a pozo, dar caminatas ocasionales por la sierra, comer arroz amarillo con pollo, jugar al parchís, ir con el abuelo y sus gafas de culo de vaso y que te diese veinte duros para ir a comprar un flash en la Calle de la Cruz sabor kiwi o cola. Y por la noche contabas historias inventadas en los umbrales de las casas o mirabas salamanquesas en los muros blancos bajo bombillas amarillas. En el pueblo.

No podías ni siquiera imaginar que en siglo que llegaba pasarían tantas cosas. Que Gregorio y los abuelos se morirían. Que no volverías a ver aquella calle, ni oler los olivos ni caminar por la muralla del parque. Nunca pensaste que tendrías barba, que una chica te daría un beso de verdad o que alguien en su sano juicio te pagaría por trabajar. Jamás te imaginaste un futuro y ni se te pasó por la cabeza la posibilidad remota de que vivirías en Nueva York. La vida, de alguna forma, era algo infinito. Lo que sí tenías clarísimo es que en el 2018 ya habría robots de verdad, clones, coches voladores y un par de colonias en el Sistema Solar o incluso Alpha Centauri. E iPhones.

Piensen en ello mañana (¿o pasado?) cuando nuestra nave-planeta haga otra elíptica sobre la estrella Sol en nuestro breve y maravilloso viaje compartido por esta galaxia, una de muchas muchas.

viernes, 22 de diciembre de 2017

NY, 21


Si uno se da un paseo por la ciudad y llega al puente de Williamsburg verá que, si se asoma mirando abajo, hay una especie de brazo de tierra que hace esquina con el East River y un parque.

Ese cabo insignificante en la isla de Manhattan era donde vivían, siglos atrás, los miembros de la tribu india de los carnasee, en concreto un grupo llamado marechawik. Habitaban entre ahí y Brooklyn, pescando en las islas y atravesando en canoa de un lado a otro. La orilla, por aquel entonces, era un pantano arenoso que resultaba perfecto para la navegación y amarre de embarcaciones pequeñas.

El tiempo pasó y como ya sabemos por desgracia los indios no duraron mucho. Poco antes del año 1640 el área fue comprada por un holandés llamado Jacobus Van Corlaer que algo después la vendió a William Beekman. No sólo se trataba de la costa sino de unas colinas suaves que la rodeaban. Con los británicos el cabo se llamó oficialmente Crown Point pero entre los locales se le solía llamar por su primer colono, es decir, "Corlaer" que, al tratarse de un nombre holandés, no tardó en ser pronunciado a la inglesa como "Corlears". Así acabó siendo "Corlear’s Hook", que aunque "hook" literalmente significa "anzuelo" es un topónimo común que se refiere a algo curvo, una esquina de terreno, un cabo o una lengua de tierra que penetra en el mar.

En el siglo XVIII se instaló un astillero en la zona y un ferry, favorecido por el fondo arenoso, y empezó a llenarse aquello de marineros, carpinteros y constructores de barcos, aparte de inmigrantes irlandeses recién llegados. Con ellos empezaron a abrirse tabernas, tascas y burdeles de todo tipo y especie. En 1776, durante la fallida batalla de Brooklyn, en Corlear's Hook se levantaron barricadas que ayudaron a batirse en retirada al ejército de George Washington. En el siglo XIX ya se habían nivelado las colinas y todo el barrio era un arrabal de mala muerte muy peligroso.

Para acortar, los newyorkinos empezaron a llamar a la zona "the Hook". A la altura de 1839 presentaba la mayor concentración de burdeles de toda la ciudad -que ya es decir- con la notoria cifra de 87. Algunas de las prostitutas del lugar llegaron a ser muy famosas como Helen Jewitt (cuyo asesinato fue sonadísimo) o Madam Eliza Jumel que llegó a ser la mujer más rica de América y se casó con el tercer Vicepresidente de los Estados Unidos, el señor Aaron Burr.

Bueno, a finales del siglo XIX los astilleros cerraron y se acabó el tinglado. Se drenó el pantano y en 1895 se abrió ese parque del que hablaba al principio, el Corlear’s Hook Park. Al lado se levantaron unos edificios de protección oficial que en USA se llaman "projects".

No crean que todo esto se olvidó. En inglés una forma de decir prostituta es "hooker" y el origen de la palabra es este viejo barrio de Nueva York. Hay una leyenda urbana -falsa, como todas las leyendas urbanas- que circula por ahí acerca de una cuadrilla de mujeres que acompañaba a la división del general unionista Joseph Hooker durante la Guerra de Secesión. El tipo era un putero legendario pero lo del nombre es mera coincidencia.

En una ocasión Eleanor Roosevelt dio un discurso en el parque que hasta los años 70 tenía un bonito edificio de teatro que fue demolido. Creo que los árboles son olmos; mucha gente no sabe que este género está en peligro de extinción por culpa de un escarabajo que porta la llamada grafiosis o "enfermedad holandesa" que alcanzó en 1931 a los Estados Unidos y a España en los 80. La población mundial de este árbol ha decrecido entre un ochenta y un noventa por ciento.

Así que mi recomendación a los newyorkinos es que se acerquen al parque y se hagan una foto con un olmo. Quizás pronto ya no puedan.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Notas aleatorias Nº 17

>En unos minutos el planeta nos transportará a través del solsticio de invierno con una inclinación de 23 grados y 27 minutos. Por las mañanas tendremos a Marte, Júpiter y Saturno en el cielo. Por las tardes podremos avistar Urano y Venus.

Según estipuló el señor Johannes Kepler en 1609, cuando un planeta atraviesa su perihelio (es decir, que está más cerca del Sol) se mueve más rápido que cuando se encuentra en su afelio (o más lejos del Sol). Ya que nuestra órbita es elíptica (en realidad es espiral, pero eso es otro tema) y no está totalmente centrada, el invierno es más corto en el hemisferio norte que en el sur.

Cuando perciban que hoy la noche es larga piensen en el espacio sideral, en el señor Kepler que meditaba sobre todo esto con simples deducciones matemáticas y esquemas teóricos, el mismo año en el que Galileo Galilei presentó su telescopio en Venecia y en España (que estaba en guerra con los Países Bajos) expulsábamos a los moriscos por orden del Felipe III. Caravaggio pintó ese años su "Salomé con la cabeza del Bautista", Lope de Vega publicaba "La Jerusalén conquistada" y William Shakespeare acabó sus "Sonnets".

Pero aún más. En ese buen año de Kepler en Logroño la Inquisición empezaba un famoso juicio llamado de las "brujas de Zugarrarmurdi" donde por primera vez se sospechó oficialmente que los condenados a la hoguera no habían hecho nada malo y la Iglesia admitió su error. Varsovia se convertía en capital de Polonia, el señor Drebbel inventaba el termostato y la Compañía Holandesa Oriental de Indias empezó a traer té a Europa. En América el explorador Hudson llegó a la bahía del Delaware, los indios Hurones y Iroquois estaban en guerra. En Japón, el Reino de Ryukyu fue invadido.

Todo esto me hace pensar en lo poco conscientes que somos de lo que nos rodea. Pienso en el año 1609 y quizás -quizás- mientras tanto algún compañero en el trabajo llora porque se le murió el perro anoche, otro se arruinó con el bitcoin, otro busca pareja en Tinder, otra acaba de recibir una carta del Senado o le duele la cabeza o se acostó con la mujer de su hermano que sufre alopecia y se compró un barco de un millonario de Rhode Island al que mordió un tiburón en la mano izquierda perdiendo un anillo heredado de su bisabuela llegada del sur de Alemania donde tenían rebaños y hacían queso en las orillas del Danubio, precisamente del mismo tipo que solía comer en Ratisbona el señor Kepler.

> Ayer vi a una señora en el tren a la que llamaban por teléfono. Durante un milisegundo vi su pantalla y ponía "husband", es decir "marido". Me pareció un desafecto muy serio y pasan las horas y no me lo quito de la cabeza. No dejo de imaginar el resto de su agenda: hermana, hijo 1, hija 3, mejor amiga, panadero, abogado, pizzería, iglesia de la segunda llegada.

Ahora me siento mal, pobre mujer.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

viernes, 8 de diciembre de 2017

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> Te habías preparado toda la vida para presenciar algo sobrenatural que jamás llegaba y cuando lo hizo fue -por imposición lógica- incomprensible. Algo bastante simple: caminabas por el andén de la estación de tren de North White Plains, en el Estado de Nueva York, una noche de noviembre. Miraste al cielo y viste la luna maravillosa rodeada de nubes estáticas y un aura iridiscente formando un anillo alrededor del satélite. Era bastante espectacular y le hiciste una foto. Bajaste la vista, alguien te dijo algo, respiraste siete u ocho veces y volviste a mirar. El cielo estaba con la luna en medio completamente despejado. No había viento.

> Cecilia y tú os subisteis a aquel taxi conducido por un sherpa nepalí que tenía miedo de las montañas y ahorraba para poner una gasolinera en Katmandú y tenía un negocio de cabras y trabajaba quince horas al día para levantarlo todo y ahorrar; entonces mencionó que había ido al casino y perdido tres mil dólares y le gustaba comer allí, juntar cosas, beber whisky y que su novia no le decía nada porque ella misma había palmado aún más pasta. Al cruzar con el coche por Times Square le pareció todo divertidísimo.

> En el aeropuerto de Linden, Nueva Jersey, os montasteis en un helicóptero pequeñito pintado de oscuro. Sólo cabían cuatro personas, dos delante y dos atrás. El ruido infernal de los rotores lo dejaste de oír cuando te pusiste aquellos cascos de copa. Se escuchaban las conversaciones de radio de la torre de control de Newark, la voz apagada de los controladores, la jerga técnica de paso-cebra alpha 252 permiso para despegar, charly abre punto pelota chisme. Cuando el aparato despegó no sentiste nada. Es decir, esperabas sentir mareo o algún tipo de fuerza motriz o aceleración o algo, pero no; era como si el mundo hubiese decidido moverse, sin más. Y de esa forma el Universo se fue desplazando a vuestro alrededor y se alejó y pudísteis ver Staten Island y la desembocadura del Hudson y el sur de Manhattan y miles y miles de edificios -todos al compás- hasta Central Park. Ahí el planeta decidió dar la vuelta y regresar. Suavemente, como si nunca hubiese pasado nada, se colocó en su sitio unos minutos después.

Recuerdas que el piloto llevaba una cazadora de piloto. Muy conveniente -pensaste-.

> Ya que teníais alquilado aquel coche os fuisteis por Nueva Jersey tierra adentro a explorar. Tras varias horas de road trip sacasteis la conclusión que en esa parte de América el ranking de cosas/lugares/eventos era el que sigue: ganaban por goleada los negocios de reventa de coches usados; en segundo puesto había un empate entre iglesias y casas de striptease, siempre cerca unas de las otras. Tras eso una pléyade de McDonadls, Dunking Donuts, Wendy's, Subways, Starbucks, gasolineras y algún que otro diner tradicional. En último lugar, pero no en números despreciables, psíquicos paranormalistas. Ah, y gente.


> "A pesar de que todos los días veías largas colas grises de gente entrando y saliendo del tren, masas en movimiento fluido y constante, desindidualizadas y anónimas, por algún motivo y siendo parte objetiva de ellas mismas, nunca te identificaste como parte de tales.

Esa sensación la denominaste Principio de Ausencia según el cual tu condición de sujeto te eximía de cualquier agrupamiento; de forma que jamás eras turista aunque viajases, no eras emigrante a pesar de vivir y trabajar en extranjero y de milagro eras español y gallego, siendo aquellas condiciones ineludibles que nunca conseguiste soslayar.

Por esa misma mecánica no conseguías disfrutar en los partidos, ni los de tu equipo favorito ni en los que participabas físicamente sudando y corriendo pero sin tener claras las motivaciones que se presuponían; amargabas los cumpleaños al más pintado, constituías un lamentable compañero de navegación, un desastroso copiloto, un fiasco de comensal, huésped, público, fan, seguidor, pasajero, invitado de boda o cualquier cosa que requiriese cierto gregarismo pasivo o una dosis de pertenencia silenciosa y cabal.

Por tanto estableciste el Principio de Ausencia como condición fundamental para la fotografía. Existía para ti una contradicción irresoluble entre el acto de acudir a una fiesta y la dicotomía resultante de pretender divertirse con los invitados y al mismo tiempo hacer fotos del asunto. Simplemente no podías imaginar qué clase de persona podría tomarse un malbec mendocino mientras discutía sobre Calvino o Becket o Cortázar y a la vez estar fijándose en las circunstancias de luz y hacer predicciones espaciotemporales acerca de los elementos en escena y, por supuesto, estar convenientemente preparado para su culminación. Habiendo aceptado eso, cuando te hacían un encargo o te proponías una serie fotográfica ya asumías una variable y un fijo. La variable eran las fotos, podían ser mejores o peores dentro de un rango y la suerte -por mucho que alguno se opusiese- también contaba; el fijo era que -cámara aparte- tú no sentirías absolutamente nada (como al ir en helicóptero)."

(fragmento de "La predicción y la espera")

martes, 5 de diciembre de 2017

NY, 20

Ya estoy de regreso en Nueva York con mi mochila y un importante desajuste horario. Cuando volvía en el bus atravesando Brooklyn pensaba que es un poco raro que esto sea mi casa ahora, aunque nunca será casa casa. Lo sé porque vivimos junto al Empire State y todos los días que miro arriba y lo veo recuerdo sin excepción cuando trabajaba en Santiago y pasaba por delante de la catedral. Yo no sé si es el ser gallego o qué pero le pega mil vueltas a este edificio de pacotilla del que sólo me gustan algunos detalles art déco y su historia de película, como que la antena esa gigante que tiene se la pusieron más de veinte años después de acabarlo porque originalmente tenía un mástil de amarre de dirigibles. No es broma, el piso 102 era una plataforma de aterrizaje para zeppelines. Al genio que se le ocurrió esta locura no se le pasó por la cabeza ni el viento oceánico que hay a más de 350 metros sobre Manhattan ni que el edificio, como todos, se bambolea y no había dios que amarrase, así que tuvieron que descartar la idea. ¿No habría sido maravilloso?

Otra historia increíble es que en 1945 un inmenso bombardero B-25 que volaba en la niebla se estrelló con el edificio, a eso del piso 80. La mitad el avión salió despedida y arrasó un ático cercano. La otra mitad en llamas se desplomó al vacío y por el hueco de uno de los ascensores del Empire State llevándose consigo a la pobre ascensorista Betty Lou que hasta hoy en día tiene el récord Guinnes de sobrevivir a la caída más alta en un edificio: 75 pisos y salió a gatas entre el fuego.

Pero la más fantástica de las historias fue un intento de suicido en 1979. Elvita Adams saltó como loca al vacío desde el piso 86 pero hacía tanto viento que salió volando y -tachán- volvió a entrar por una ventana un piso más abajo. Se hizo daño en la cadera.

Esto es América. En chino lo llaman el país bonito, Mĕiguó 美国. Puede tener algunas cosas malas pero belleza no le falta; aunque catedral la de Santiago y murallas las de Lugo.

lunes, 4 de diciembre de 2017

viernes, 17 de noviembre de 2017

martes, 7 de noviembre de 2017

lunes, 6 de noviembre de 2017

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Volamos en este preciso instante sobre el Atlántico Norte, el cielo es azul cobalto y el horizonte un ocaso interminable que  nos lleva acompañando por horas. Veo el mar y sobre él una capa de nubes que flotan suspendidas formando una muralla imposible, gris, oscura, casi negra, y bajo ellas se adivina una tormenta, olas de siete metros, espuma, vientos árticos y una violencia que parece un bombardeo.

Me duele el cuello de tanto mirar por la ventanilla; el avión -un Airbus a321- huele a Doritos de estos con sabor tex mex, y eso es porque un niño de cuatro años se sienta detrás de mi y los va destrozando. A veces me pega patadas, grita, zarandea mi asiento, está medio loco, es como si tuviese mi jodida turbulencia personalizada.

Me concentro en la puesta de sol. En los pies descalzos sobre la moqueta, en el espacio exiguo, en las pelusas de la manta, en ir a novecientos kilómetros por hora respecto a un mar casi congelado donde si nos estrellásemos lo de menos serían los sies mil galones de combustible o el propio impacto contra el agua: la palmaríamos de frío, ahogados por la sal o incluso peor, atropellados por algún atunero de bandera danesa que nos arrollaría sin enterarse.

Es curioso que cuando empecé a viajar siempre volaba en ventanilla. Me pasaba las travesías como la de hoy sin poder leer o ver una película. Luego me hice viejo y gravité al pasillo. Se duerme peor pero si tienes que mear sólo dependes de ti mismo y además no te distraen los brillos del mar o los estrato-cúmulos en la distancia. Mi crisis de los cuarenta se redujo (espero) a volver a los laterales del avión. Regresaron los dolores de cuello, las ganas de orinar o el estar encerrado pero con ellos -todo tiene un precio- también volvieron los nimbos, las auroras y las noches desveladas risueñas. Uno ha de seguir sus gustos sean cuales sean, no hay mochila que no escueza ni comida que no acabe siendo cagada pero, ah, los humanos, en el fondo nos encanta ese lado oscuro de todo.

Bueno, no todos los sueños se pueden cumplir, rectifico. El niño de atrás ha dado una patada seca, sorda, certera, que me ha malhumorado de una manera indecente. Mi fantasía sería bajar la ventanilla y sacarle la cabeza para que disfrutase un poco pero bueno, tendré que conformarme con apretar el botón que tengo a mi derecha y recostarme bruscamente a ver si hay suerte y le salto un ojo.

martes, 31 de octubre de 2017

lunes, 16 de octubre de 2017

martes, 3 de octubre de 2017

lunes, 2 de octubre de 2017

martes, 26 de septiembre de 2017

Notas aleatorias nº 16

>> En general me defino como una persona anti-nacionalista porque me parece pobre esa necesidad de poner etiquetas y barreras, ya no digamos el considerarse mejor que otra persona por ser de aquí o allí. Esto no sólo se refiere al nacionalismo catalán o gallego sino también al español, europeo, americano o zulú. A pesar de esto me parece que la respuesta del Gobierno a la reclamación catalana es inmensamente lamentable y que el verdadero problema que tiene que resolver no es el cómo detener un referéndum ilegal sino el cómo convertirlo en legal. Si la Ley no lo permite pues se cambia la Ley, que para eso la hemos escrito nosotros, no ha caído del cielo impresa en tablas de adamantium en un meteorito estelar. Veo con estupefacción que los medios de comunicación "españoles" se dedican a difamar con todo lo que tienen a los catalanistas de pro, hoy sin ir más lejos me dio la risa loca al ver que El Mundo publicaba un artículo sobre el tatarabuelo de Artur Mas informando de su condición de esclavista ¿Tenemos tres años o qué? Anacronismo aparte ¿es responsable este señor de los actos de sus antepasados? ¿acaso eso le deshonra de alguna manera? Que nos detengan a todos porque la estadística dicta que algún ancestro suyo o mío o mutuo violó a alguien durante el siglo XVII, pasó a varios por la espada en el medievo, injurió a algún morisco o judío, robó o faltó al saludo en tiempos del Imperio. En fin, que no me da la gana de considerar a los catalanes como unos pobres desgraciados mal aconsejados. Que voten. Y si es que no, pues seguimos con la Liga. Y si es que si, pues tendré un sello más en el pasaporte cuando les visitemos en enero para comer unos calçots en la Costa Brava. Y todos felices.

>> Sigo con mis clases de francés en el Empire State. Se entra por una puerta giratoria en la calle 34, hay un pasillo de tres pisos de altura estilo art decó con formas geométricas doradas y plateadas sobre negro. Hay empleados uniformados de rojo por doquier, tres de ellos tras una mesa gigante llena de monitores donde te toman una foto y te dan un código de barras. Te escaneas y pasas unas puertas rotatorias y en una pantalla táctil pulsas el piso que quieres. Sesenta y tres. La pantalla brillante te dice qué ascensor te lleva ahí, hay diez (de setenta y dos totales). Entras y no tiene botones ni nada, sólo un número que indica en qué planta estás. Sales, literalmente, disparado arriba. Al llegar mareado por la velocidad y el patrón anisotrópico de la puerta, se abre un lugar en obras con muros viejos, viejos tubos de correo, cañerías vistas, pasillos mal iluminados, puertas gastadas y apariencia años cuarenta. Todo parece escaso hasta que ves una ventana y el sol se está poniendo sobre Nueva York y hay miles y miles de azoteas brillando con luz anaranjada, mortecina y otoñal. Je pense que c'est très agréable. Bien que les murs, ceux de Lugo.

>> Esta semana me crucé con un negro de dos metros, gigante, con traje de ejecutivo y un chupete de bebé en la boca. También con una señora con la cara pintada de rojo, con una polinesia con un papagayo y un tipo que bailaba solo mientras esperaba a que el semáforo se pusiese blanco. En Nueva York hay de todo menos semáforos con hombrecitos verdes.


>>  Estoy en el supermercado comprando jamón serrano y hay un tipo a mi lado eligiendo unos chorizos. Tiene dos en la mano y mientras revisa la etiqueta de uno, le llaman por teléfono.

-¿Si, amor?

(ruido en el teléfono, alguien hablando)

-Si, estoy aquí en Grand Central comprando queso.

sin título


viernes, 22 de septiembre de 2017

jueves, 21 de septiembre de 2017

miércoles, 20 de septiembre de 2017

martes, 19 de septiembre de 2017

lunes, 18 de septiembre de 2017

viernes, 15 de septiembre de 2017

jueves, 14 de septiembre de 2017

miércoles, 13 de septiembre de 2017

martes, 12 de septiembre de 2017

lunes, 11 de septiembre de 2017

Notas aleatorias nº 15

>> Al volar a América desde Europa uno pierde seis horas de vida. Crees que las vas a recuperar algún día pero no es cierto. 

>> Se desconoce si la palabra palangana (usada por los buscadores de oro) viene de la palabra ibérica "palaga" (pepita de oro). Investigando eso me enteré que palangana en Perú es sinónimo de pedante; el asunto viene de cuando los negros -y chinos- fueron liberados de su esclavitud. Si se lavaban la cara o manos la gente los tenía por fanfarrones, como que querían ser más de lo que realmente eran. Unos creidillos.

>> Voy sentado en pasillo en la zona turista de un Boeing 787 rumbo a Barcelona desde Newark. A mi lado hay dos americanos hablando sobre España. Uno le pregunta al otro:

-¿Oye, esto está pegado a África?
-No, hay un hueco.

>> Una señora argentina llamada Maria Cecilia nos ha alquilado una habitación junto a las Ramblas. Saco fotos a los tejados catalanes y luego voy a por agua. En la cocina está la dueña frente a una mesa con vino, queso, jamón serrano, ensaladilla rusa y paté de lo-que-sea. Mientras lleno el vaso, con la boca medio llena, me explica que su hija es vegana y ha programado un mes de desintoxicación para ambas. Empiezan mañana. Hoy se está poniendo ciega de todo.

>> Pasamos a medianoche por una calle en Nueva York donde alguien ha tirado un colchón. Hay un tipo bien vestido, con gafas de sol, fumando, que se ha tirado sobre él y está dando vueltas como una peonza. Parece feliz.

>> Lo malo de la vida tal y como se cuenta es que puedes pillarte la mano en una puerta y luego escribir unas notas como éstas y que nadie se entere de que en realidad te palpita la sien de dolor. Me jode pero es inevitable.

>> Hoy empiezo mis clases de francés. Han cambiado la oficina y resulta que son en el Empire State. Como es 11S, podré ver las torres gemelas de luz desde un piso 68.

>> Ayer mismo fuimos a mirar un apartamento para alquilar en Park Avenue. El portero era un señor albanés de gafas de culo de vaso que nos recibió de manera un poco hosca. Nos dijo que esperásemos en unas sillas del hall. Pasó un vecino. Luego una familia. Luego una chica salió del ascensor mientras el sol de media tarde se esparcía por los azulejos y dilataba la espera. En esto llega una señora mal encarada con un perro y le dice al portero que tiene que llamar al exterminador, que tiene un asedio de ratones o cucarachas en su casa. El pobre tipo le contesta que mañana -hoy- estará hecho. La mujer se va.

Hubo un largo silencio en el portal. Tras eso se oyó la voz del hombre preguntando.

-¿Han escuchado eso?

Otro breve silencio, y luego.

-Si.

sin título


viernes, 8 de septiembre de 2017

jueves, 31 de agosto de 2017

una ciudad


breves notas sobre los 42 años

Me llevó muchos años entender por qué odiaba los cumpleaños: de pequeño solía pasarlos en Extremadura, en el pueblo de mi madre; allí algunos de mis amigos eran bastante pobres, apenas tenían nada y para ellos un simple soldado de plástico de aquellos verdes era un juguete valioso. Me daba una vergüenza espantosa invitarlos a una merienda donde habría algún regalo y Fanta de naranja y sándwiches de Nocilla que ellos jamás probaban. Simplemente no quería que se sintiesen mal por mi culpa. Por eso cuando a veces mis padres anunciaban que no habría fiesta porque regresábamos a Galicia el 31 -el fin del estío- yo en realidad sentía un gran alivio.

Así que esos pequeños detalles que suceden cuando uno es canijo ahí se quedan y dan vueltas y vueltas con la Tierra y el Sol y un buen día eres mayor y odias los cumpleaños y no tienes ni la menor idea del motivo. Puedes pensar que es por la edad, que te jode hacerte viejo, pero eso es una tontería. Nadie en su sano juicio quiere morirse pero como no podemos evitar el paso del tiempo al menos podemos disfrutarlo y eso es exactamente lo que creo que hago. Veamos cómo.

Me pasé casi un tercio de mis cuarenta y dos años durmiendo. Pues como todo el mundo. Mi media de sueño son siete horas. Soy materialmente incapaz de dormir más de ocho aunque el día anterior hubiese subido el Himalaya (lo sé por experiencia). Sin embargo tengo una vida onírica fantástica y últimamente suelo soñar con viajes con Ceci a playas que no existen; en ocasiones mi abuelo Vicente se me aparece y mi pesadilla recurrente más temible es que se produce una revisión de los archivos escolares del Colegio Peleteiro y resulta que tengo que repetir un examen de Matemáticas de 2º de B.U.P. o mi bachillerato y la carrera universitaria dejarían de tener validez. Al infierno.

Otro tercio de mis cuarenta y dos años lo pasé trabajando. Fabriqué cosas -muchísimas- en ese tiempo para dos películas de la 20th Century Fox; una se estrenará el mismo día que Star Wars (mala idea) y la otra unos meses después. Construí ciudades de las que no puedo hablar todavía, coches que no puedo enseñar, así como helicópteros, árboles, piedras, flores, templos e incluso tuve que modelar Atocha y doce mil tornillos de vías de tren. Aparte de eso ayudé lo que pude a dos estudiantes de la School of Visual Arts de Nueva York para que se graduasen. También escribí un par de cortos, empecé uno de ellos y un videojuego con Alfonso sobre un laberinto con Ariadna y el tristemente famoso minotauro. Le escribí un boceto de guión a Sabina para que hiciese su cómic -ella puede- y colaboré con las fuerzas restantes en "Kafka's Doll" y "La Noria" (de Bruno y Carlos). Ah, completé un Inktober con 31 dibujos y estuve a punto de mudarme (lo cual es un trabajo en sí mismo). Vendí durante mi año cuarenta y dos la cantidad de siete dibujos por un monto total de $115 lo cual me convierte en una ruina con patas.

Y el último tercio lo usé como pude. Con Ceci fuimos a Rusia y descubrimos que la gente allí es rara pero maravillosa. Fuimos en barco por el Volga, paseamos por el Kremlim, exploramos Yaroslavl, Tver, Úglich, Myshkyn, la triste Cherepovéts, Kostromá y Plyos. También estuvimos juntos en Francia comiendo caracoles y visitando las catacumbas de París donde mi imaginación se desbocó para desgracia de mis amigos con los que juego a Dungeons & Dragons. Finalmente me reencontré con ella, tras unos tristes meses separados, en Islandia. Caminamos junto a un glacial y vimos el sol a las 2 de la mañana sobre un horizonte impasible. Ahora estamos felices como perdices maldiciendo a ese verano que no fue por esos días de playa que no tuvimos y ese calor que no sucedió. Intento soslayarlo con vasos de leche de cabra -le encanta- y panecitos con dulce de leche -le encanta multiplicado por cien-. En fin, fue un año largo. También volé a Montreal y una de las amigas con las que fui me dejó de hablar al poco tiempo sin motivo aparente; sorpresas de la vida. Con Oli viajé también aunque de otra forma, fuimos visitados por Rama y nos hicimos íntimos de Geralt y Nuevededos pero aún nos quedan muchos mundos por visitar. Con Alfon sufrí todos los dramas imaginables jugando al Bloodborne y me arrastré por los campos del Rocket League como una estrella en pleno ocaso. Con Chema, Fer, Jesús, Daniel y también Alfonso, nos convertimos en el terror de una isla abandonada de la ex Unión Soviética jugando al Battlegrounds. Le di a un tipo a 349 metros de distancia. En Akenar sucedieron todo tipo de aventuras y se murió Otiluke frente a Rakel y Debo, pero esa es otra historia. Juegos aparte, tuve la suerte de conocer a Alba y Álvaro y se me hizo una demostración fehaciente de que se puede hacer bechamel en los Estados Unidos. Adopté a Carlos por unas semanas, la única persona que conozco que viaja con menos cosas que yo -llegó del Caribe con una bolsita de asas y lo puesto-. Descubrí la comida georgiana de manos de Juan Carlos. Nichole y Alfonso decidieron casarse así que los tuve de visita en Nueva York. Por la ciudad también pasaron Marcos y María, a él hacía un cuarto de siglo que no lo veía, tiene un cuadro colgado en el armario. Camila también vino para desoír mis consejos pero igual me alegré mucho de verla. Y me tomé un vino relámpago con Majo y Álex.

El día que el Barça le metió el 6-1 al PSG corrí a abrazarme con Erik con la cara desencajada de felicidad. Justo al revés que cuando Trump ganó las elecciones; no sabía dónde ir ni qué hacer así que salí de casa e intenté de veras colarme en su fiesta en el Hilton que está a unas pocas manzanas de nuestra casa. Sobra decir que no lo logré.

Sabina me ayudó a sacar el carnet de conducir del Estado de Nueva York. Nos divertimos mucho viendo el lugar desastroso donde hacen el examen, bien podría pasar por un set de The Walking Dead.

Saqué este año aproximadamente unas 6971 fotografías. Hice un mes temático de fotos de ciudades donde el arquitecto mexicano José Luis Parella se pudo lucir por sus cualidades deductivas y de observación. Lo pasé genial tocando los huevos.

Torturé a mi familia con mensajitos de wassup y llamé a mi madre siempre que pude. Intenté organizarle a Javi un buceo que jamás sucedió. Raquel vino de visita y fui con ella en teleférico y regresamos en barco desde Rockaway al atardecer (aunque ella se fue abajo). Desde el JFK un taxista marroquí intentó ligar con ella.

El resto del tiempo se fue en pasear, dibujar, ver películas de baja calidad, cocinar, ir al supermercado, nadar, andar en bicicleta estática, ir en tren (86 minutos cada día laborable entre ida y vuelta), leer, maltocar el piano, ordenar la casa, desordenar la casa, pintar mapas, vender cosas por craigslist, ir al bosque, hacer café, comer chocolate, beber kombucha, lavarse el pelo, afeitarse la barba, torturar a los que me rodean con chistes malos y practicar mentalmente al mus para poder vengarme de Paula y compañía, algún día.

Y vi un eclipse. Y sí, hoy hace veinte años que se murió Lady Di aunque para ella el tiempo es igual a cero.


Eso es todo por ahora. Escribo esto en los últimos minutos de vida en los que tengo 42 años. Me impresiona pensar que jamás en la historia del Universo volverá a suceder ese hecho aunque tampoco hay dos tortillas de patata iguales ni dos besos iguales. Les aprecio mucho; hoy han gastado un tercio de su tiempo presente en leerme. Es un buen regalo de cumpleaños.

(sonrisa)

miércoles, 30 de agosto de 2017

martes, 29 de agosto de 2017

lunes, 28 de agosto de 2017

sábado, 26 de agosto de 2017

jueves, 24 de agosto de 2017

notas aleatorias nº 14

> Como no teníamos gafas especiales, durante el eclipse solar usamos una radiografía de mi tórax doblada repetidas veces para poder presenciar el evento cósmico. Mucha gente ávida de comprobar cómo la luna se interponía entre la enana amarilla y nuestro planeta acabó atravesando mis costillas con su mirada. Creo que ignoraban la edad de la estrella (unos 4500 millones de años) y que si el Sol fuese una persona rondaría los 42 años. Como yo. Ya saben lo que queda de Tierra.

> En el gimnasio al dar el nombre me escuchó un señor colombiano, de Medellín (es decir, paisa, que viene de "paisano" o "montañero"). Me dijo que había conocido a otro Ramón López en su ciudad natal. Era policía, lo habían asesinado los hombres de Escobar.

> Ceci y yo fuimos al Ikea a malcomprar un par de chorradas. Como todos son iguales, los que estuviesen en uno me entenderán: salimos de la tienda y llegamos al almacén donde tienes que buscar tus códigos y cajas. Allí nos hicimos con un carrito. Y bueno, era domingo en Brooklyn de modo que estaba lleno de familias ortodoxas. En un momento dado no pude resistirme y me fui corriendo con el carro, salté sobre él y tuve unos diez o doce metros de felicidad absoluta, locamente disparado a grandes velocidades y sin el menor control. Aterricé como pude evitando unos espejos de milagro. Al bajarme me giré y había unos siete niños judíos (niños-abuelo, los llamo yo) pasmados mirándome fijamente. Oh yeah!

> Anteayer soñé que un meteorito impactaba en el Océano Índico y como consecuencia el mundo se quedaba sin electricidad. Luego estaba en el Campus Universitario, en Santiago, frente al estadio de atletismo. En el suelo había castañas y se escuchaba el sonido del viento en los árboles. Intenté llegar a la carballeira que hay abajo al lado antes de despertarme para ver qué tal estaba; no lo conseguí.

> Fuimos a la playa de Rockaway el sábado y el día fue bastante bien pero se mojó mi libreta de Dragones & Mazmorras. Creo que se perdieron varios kilómetros de subterráneos de la ciudad de Akenar, la vieja fortaleza sepultada por un cataclismo, un laberinto de escaleras y un alfabeto de runas svardas que había dibujado para escribir enigmas y acertijos como "littera me pauit, nec quid sit littera noui" (las letras me alimentan, pero no conozco qué letras son).

> Volvimos en barco y creo que por dos dólares y setenta y cinco centavos es lo mejor que uno puede hacer en Nueva York.

> Si alguna vez usted se encuentra en Islandia subiendo por una montaña volcánica con su pareja, el viento de cara, el cielo brillante sobre su cabeza, las cimas escarpadas a lo lejos y esa sensación de ser especial en la punta de los dedos, sólo hay una frase que pueda arruinarlo todo:

-Cariño, creo que ese calcetín sucio del suelo es tuyo.

una ciudad


miércoles, 23 de agosto de 2017

martes, 22 de agosto de 2017

sábado, 19 de agosto de 2017

viernes, 18 de agosto de 2017

jueves, 17 de agosto de 2017