domingo, 9 de octubre de 2016

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Durante algunas horas viajasteis en tren por la Rusia profunda. En segunda clase los vagones tenían camarera y compartimentos de a cuatro con literas plegables, aseos desconchados pero pulcros y chicos pasando con bocadillos de salmón y queso o chocolate con un 30% de cacao. Te tomaste un café -casi bueno- mientras Ceci dormía y el paisaje se movía alrededor. La niebla daba un aire nostálgico a los bosques sin fin sólo interrumpidos alguna vez que otra por ruinas soviéticas sobresaliendo de las copas arbóreas y alguna iglesia lejana de cúpulas verdes o doradas. Ríos, puentes, más y más bosques, aldeas y barro. Entonces, muy a lo lejos, viste un aeródromo militar y recordaste que aquel país, en aquel momento concreto, estaba en guerra ayudando a Bachar el Asad en Siria. No fuiste muy feliz pensando en ello.

El tren llegó a Moscú.

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