El fin de semana un tarado puso un par de bombas caseras en Chelsea bastante cerca de donde suelo ir a comprar (al bendito Trader Joe's). Por suerte no mató a nadie aunque hirió a casi treinta personas el muy hijo de puta. Resulta que un tal Ramón López -que no soy yo- grabó un vídeo del suceso y durante la semana ya me han contactado tres veces de la CNN por si quiero conceder una entrevista; cada vez me cuesta más decirles que no. Mi yo bromista me susurra que haga el mal. Me resisto pero no sé si aguantaré una o dos llamadas más.
Ayer por la mañana iba a Grand Central por la Avenida Madison a eso de las ocho y diez cuando de repente noté algo inusual en la multitud. No es por hacerme el guay pero en realidad lleve cámara o no mi cabeza siempre va fijándose en todo y haciendo encuadres invisibles de modo que detecto al instante la menor perturbación visual. En efecto, totalmente mezcladas con varias decenas de personas, casi imposibles de ver, había una, no, dos -dudé- chicas siamesas, con dos cabezas pero unidas por un torso compartido. Tenían luego dos brazos y dos piernas en conjunto y caminaban con un equilibrio precario pero funcional. Iban hablando con alguien que parecía su madre. Una sonreía, la otra miraba al semáforo. Me sorprendió mucho el aire de normalidad en todos los transeúntes. Barrí con la mirada a toda la fila -esperaban a que se pusiese en blanco para cruzar la calle- y nadie se había fijado en ellas. Maldije el haber dejado mi Canon en casa y a la vez me pareció algo bueno, seguro que están hartas de que les hagan fotos. Pasaron hablando a un metro. No miré atrás.
Ahora estamos en pleno verano indio y yo aquí abrasado en casa, ventilador a tope. En España a esto le llamamos "veranillo de San Miguel". Para darle más densidad al aire cálido escucho el concierto 2 de piano del señor Rachmaninov interpretado por él mismo. El vecino está fumando marihuana y se cuela el olor por la ventana. Al ir a cerrarla veo el patio de luces tan parecido a esa película llamada "Ventana indiscreta". Una chica le da de comer en el primero a un niño. Un chino mira el teléfono sentado en su salón. Otros ven una película desde la cama. Un viejo fuma. Perdón, una vieja. Y decenas de ventanas están oscuras lo que no significa que no suceda nada: en la vida muchas cosas importantes son precisamente las que no vemos ni oímos.
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