jueves, 8 de septiembre de 2016

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Tampoco quiero ser el pesado de turno con mis idas y venidas así que os ahorré mi visita de fin de semana a San Francisco y el fiasco fotográfico que tuvo lugar (creo que de todas las que saqué casi me gustaron dos). Por algún motivo real o imaginario cada vez que piso California las fotos salen mal, mal pero mal.

En fin, espero que París sea mejor. Vuelo esta noche con una parada larga en Suecia -quizás pueda salir fugazmente del aeropuerto a Estocolmo, ya veremos-. Por un rato pensé en llevar solo la Pentax analógica, con dos cojones, pero no soy capaz. A veces juego a otra cosa pero ante el peligro me aferro a mi Canon como si me fuese a salvar de sabe-dios-qué.

Antes de volar se experimenta cierto vértigo de ida y venida. Son unas ganas inconscientes de que suceda de una puta vez y al mismo tiempo que se marchen sin nosotros. Es el cerebro que quiere aventura y normalidad a un tiempo y simplemente no puede gestionarlo. El resultado es difícil de describir, un poco eléctrico calmado de lejana inminencia y prisa tediosa. O algo así.

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