martes, 9 de febrero de 2016

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Hay también que admitir que una visita fugaz a Nueva Jersey deja una impresión de lugar anodino plagado de fábricas, almacenes, bosques monótonos y ciudades estándar entre millones de contenedores rojos y naranja sucio, puentes de hierro y cables y más cables.
Hoy estaba nevando cuando salí de casa al aeropuerto y cuando cruzamos el túnel que pasa bajo el río Hudson me sorprendió que ese cenizo Nueva Jersey había transmutado: era un lugar de nieve en blanco y negro con esqueletos de hielo, túmulos pálidos, páramos grises y azules, marismas congeladas y brillos húmedos iridiscentes. Era una especie de Hades frío y silencioso de una belleza aplastante.
Luego fue volar y nubes y el Gran Cañón desde el cielo. Deduje que al río Colorado le llamaron así porque es rojo, tampoco hay que ser muy espabilado.
Los Ángeles desde el aire es una inmensidad de casas bajas, barrios ordenados y caóticos, palmeras, el brillo dorado del atardecer en el Pacífico y carreteras autopistas autovías autotodo. Es más americano o, mejor dicho, menos europeo. Sospecho que mis conceptos de ciudad, acera, distancia y lejos o cerca no tienen sentido en California.
Ya estoy fuera. Saco la cámara pero de momento no hay dónde enfocar, ya no es tan fácil.

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