martes, 9 de febrero de 2016

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Cecilia duerme mientras yo a las cinco y nosecuanto de la mañana ya no puedo pegar ojo, un clásico. No hay distracción posible en este motelucho a esta hora, es uno de estos sitios americanos pegado a la carretera, dos plantas con habitaciones dando afuera, moqueta, televisión por cable que jamás usamos y esta sensación constante de que en cualquier momento te cruzas con Harvey Kaitel o aparece un maletín abarrotado de billetes bajo la cama. Es decir, me encanta.
Ayer estuvimos en la gala y bueno, no ganamos. Llegamos tarde a la recepción por los dramas de última hora, Ceci que se pisaba el vestido y yo viendo vídeos de youtube de cómo hacer el nudo de la corbata. Mientras esperábamos al taxi en la acera opuesta la policía detenía a un tipo -esposas, contra la pared, al coche- justo a los piés de una iglesia mormona legendariamente fea. El taxista era como tres veces yo, hacía el señor que el coche pareciese de estos de juguete donde sólo van dos. Fue amable y paciente con nuestras indicaciones y me pareció aritmético darle tres veces más propina, y lo hice.
La recepción fue uno de estos eventos VIP (que en inglés significa "persona muy importante") donde no hay nadie normal; es decir, que si todos somos VIP nadie lo es, así que sólo te queda reirte entre dientes mientras te pones una pulserita dorada. Había como cientos de personas de traje, americana, traje de noche largo y corto y yo con mi corbata estilo youtube y menos mal que Ceci estaba guapísima y salvaba los trastos. Nos encontramos con Abraham y Lorena (nuestros amigos de Valencia) y hablamos aquí y allí un poco pero estuvo claro que no somos de estas lides de puesta en largo y ni siquiera nos molestamos en ir a la alfombra roja ni chorradas del estilo.
La gala fue estilo Oscar pero en pequeñito. No hubo intriga posible pues nuestra categoría fue la primera y zas, ganó otro. Aplausos y listo. Fué un vencedor digno así que nos dimos por satisfechos y Ceci más tarde felicitó al ganador, un chico con barba y cara de buen tipo. Enhorabuena.
El resto de la noche, tras dos largas horas de aplaudir y palmaditas en la espalda de todos a todos -qué buenos sómos- nos dedicamos Lorena y yo a disfrutar del salmón, del edicifio precioso de la universidad de UCLA, de la noche cálida de invierno californiano y qué más quiere uno en la vida.

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