Nací en Santiago de Compostela hace 41 años exactamente hoy a las 10:15 PM hora española.
Espero tener la suerte de vivir al menos un siglo entero porque en realidad todavía tengo todo por hacer y no da tiempo a nada. Me propuse muchas cosas en la vida y algunas ya las he cumplido, pero muchas otras todavía están en el tintero, cientos de ellas; pero no me gusta hablar del futuro porque para mi ir descubriendo las cosas según llegan es algo especial.
En el pasado he hecho muchas cosas que quiero compartir hoy con ustedes. He tenido y tengo muchos amigos en Galicia a los que quiero mucho. También en Extremadura, en el pueblo de mi madre, de donde procede la mitad de mi familia. Tengo amigos en Madrid, en Buenos Aires y muchas partes de Argentina y también tengo muchos amigos de los Estados Unidos. A todos y todas, sin excepción, les agradezco el cariño y paciencia que han tenido conmigo a lo largo de todos estos años. Sé que soy un cúmulo de virtudes y defectos, como todo el mundo. Los que me conocen menos sólo ven las virtudes, son los amigos de verdad los que sufren los defectos y te quieren igualmente, y eso es bonito.
Por ahora, en estos 41 años, he conocido Galicia en todos sus rincones. He viajado por toda España, más por algunos sitios que por otros, pero la conozco toda en general, y es para mi el país más bonito del mundo. También lo es Francia, donde me enamoré de las callejuelas y encontré una tarde sin querer la tumba de Julio Cortázar, mi escritor más querido. También lo es Inglaterra, el primer país lejano al que viajé muchas veces y cuyos castillos e historia no dejarán de interesarme jamás. Lo son Italia, donde cien veces me perdí y me encontré, Alemania y aquella tarde buscando iglesias, Austria y mi visita a la ópera en aquel casi-fin-de año, Irlanda y sus paisajes mágicos, Escocia donde viajé con Cecilia y pudimos subir a las tierras altas y navegar por el lago Ness, Bélgica donde no sé qué ciudad me gusta más, Holanda que me maravilló a pesar del frío, la lluvia, las gripes y casi caerme a un canal, Rumanía, con aquella iglesia extraña de mujeres en misa que nunca olvidaré, República Checa y caminar con Edu por las calles de Praga al amanecer, Turkía y mis amigos Ana y David y aquella noche en el puente de Gálata -y aquel bocadillo de pescado, dios mío-, Grecia y las largas tardes dibujando el Partenón, Islandia y sus playas de arena negra y el viento y el hielo azul brillante y el salmón ahumado con yogur de supermercado -para ahorrar dinero-, Canadá y la primera vez que me crucé con una mofeta por la calle, así sin más, los Estados Unidos, de donde guardo millones de recuerdos todos buenos con Cecilia, o en coche con Jesús con nuestro escarabajo rojo en un pueblito de Pennsilvania a comprar agua, Cuba donde fui al último discurso del dictador Fidel que ya era un viejito y nadie escuchó por once horas, Costa Rica, donde vi el volcán Arenal con mis amigos de Bulgaria... Perú, donde vi a Cecilia subir por doscientas escaleras de madera clavadas a una montaña frente al Machu Pichu y donde me tosté la piel en las islas del Titicaca, Brasil donde probé el cilantro por primera vez en mi vida -y me encantó-, Argentina donde siempre me reciben como en casa y donde nunca deja de sorprenderme el brillo del aire y lo bien que huele todo, Uruguay donde tuve el mejor fin de año de mi vida con una familia que me acogió, Marruecos donde dormí en el desierto mirando al Atlas, Egipto donde descubrí el caos y mi amor por los mercados locos con olor a mierda de cabra y té y sangre y especias y donde soborné a un imán para que me dejase hacer fotos desde un minarete, Etiopía donde vi sonreir a mi hermano en aquel aeropuerto donde hacían café en una hoguera, Tanzania donde dos elefantes atacaron el campamento y perdí el pasaporte en un río lleno de cocodrilos e hipopótamos y donde mi hermano me alegró la vida acompañándome, Israel donde visitamos todos los lugares sagradísimos siendo ateos perdidos y donde subí a la montaña de Masada a las cuatro de la mañana, Jordania donde paseamos a solas por Petra y vimos un amanecer de luna en el desierto de arena roja del Wadi Rum, India donde conocí a Cecilia -la chica más increíble que he conocido jamás, con una sonrisa que alegra a un muerto- y donde empecé a enamorarme aquel día que nos refugiamos bajo la lluvia en aquella tumba -o cuando se encontró una cucaracha en la cama y no pasó nada, o cuando subimos a aquel castillo en Leh-, China que visité tantas veces de norte a sur y donde me pasaron mil millones de cosas buenas, Vietnam y sus junglas y playas y ciudades y ríos e islas, Malasia y el bosque lluvioso de Tanah Rata con sus mariposas gigantes, Nepal donde vi el Everest desde el cielo y donde visité el lugar de nacimiento de Buda -recuerdo miles de luciérnagas por la noche-, Japón y mi subida al volcán Sakurajima y aquel mes medio loco con un sólo libro -Compañía, de Samuel Becket-... y no sé, muchos sitios más que no recuerdo en este momento, todos y cada uno de ellos son mi lugar favorito.
He tenido la suerte de ver todo eso y espero ver mucho más. Intento compartirlo con ustedes a través de mis fotos y mis dibujos para que lo disfruten igual que lo he hecho yo. Tenemos sólo una vida, hay que exprimirla hasta el último segundo y dejarse de tristezas. Para estar muertos ya tenemos un tiempo infinito.
Un abrazo a todos/as.
Ramón
Espero tener la suerte de vivir al menos un siglo entero porque en realidad todavía tengo todo por hacer y no da tiempo a nada. Me propuse muchas cosas en la vida y algunas ya las he cumplido, pero muchas otras todavía están en el tintero, cientos de ellas; pero no me gusta hablar del futuro porque para mi ir descubriendo las cosas según llegan es algo especial.
En el pasado he hecho muchas cosas que quiero compartir hoy con ustedes. He tenido y tengo muchos amigos en Galicia a los que quiero mucho. También en Extremadura, en el pueblo de mi madre, de donde procede la mitad de mi familia. Tengo amigos en Madrid, en Buenos Aires y muchas partes de Argentina y también tengo muchos amigos de los Estados Unidos. A todos y todas, sin excepción, les agradezco el cariño y paciencia que han tenido conmigo a lo largo de todos estos años. Sé que soy un cúmulo de virtudes y defectos, como todo el mundo. Los que me conocen menos sólo ven las virtudes, son los amigos de verdad los que sufren los defectos y te quieren igualmente, y eso es bonito.
Por ahora, en estos 41 años, he conocido Galicia en todos sus rincones. He viajado por toda España, más por algunos sitios que por otros, pero la conozco toda en general, y es para mi el país más bonito del mundo. También lo es Francia, donde me enamoré de las callejuelas y encontré una tarde sin querer la tumba de Julio Cortázar, mi escritor más querido. También lo es Inglaterra, el primer país lejano al que viajé muchas veces y cuyos castillos e historia no dejarán de interesarme jamás. Lo son Italia, donde cien veces me perdí y me encontré, Alemania y aquella tarde buscando iglesias, Austria y mi visita a la ópera en aquel casi-fin-de año, Irlanda y sus paisajes mágicos, Escocia donde viajé con Cecilia y pudimos subir a las tierras altas y navegar por el lago Ness, Bélgica donde no sé qué ciudad me gusta más, Holanda que me maravilló a pesar del frío, la lluvia, las gripes y casi caerme a un canal, Rumanía, con aquella iglesia extraña de mujeres en misa que nunca olvidaré, República Checa y caminar con Edu por las calles de Praga al amanecer, Turkía y mis amigos Ana y David y aquella noche en el puente de Gálata -y aquel bocadillo de pescado, dios mío-, Grecia y las largas tardes dibujando el Partenón, Islandia y sus playas de arena negra y el viento y el hielo azul brillante y el salmón ahumado con yogur de supermercado -para ahorrar dinero-, Canadá y la primera vez que me crucé con una mofeta por la calle, así sin más, los Estados Unidos, de donde guardo millones de recuerdos todos buenos con Cecilia, o en coche con Jesús con nuestro escarabajo rojo en un pueblito de Pennsilvania a comprar agua, Cuba donde fui al último discurso del dictador Fidel que ya era un viejito y nadie escuchó por once horas, Costa Rica, donde vi el volcán Arenal con mis amigos de Bulgaria... Perú, donde vi a Cecilia subir por doscientas escaleras de madera clavadas a una montaña frente al Machu Pichu y donde me tosté la piel en las islas del Titicaca, Brasil donde probé el cilantro por primera vez en mi vida -y me encantó-, Argentina donde siempre me reciben como en casa y donde nunca deja de sorprenderme el brillo del aire y lo bien que huele todo, Uruguay donde tuve el mejor fin de año de mi vida con una familia que me acogió, Marruecos donde dormí en el desierto mirando al Atlas, Egipto donde descubrí el caos y mi amor por los mercados locos con olor a mierda de cabra y té y sangre y especias y donde soborné a un imán para que me dejase hacer fotos desde un minarete, Etiopía donde vi sonreir a mi hermano en aquel aeropuerto donde hacían café en una hoguera, Tanzania donde dos elefantes atacaron el campamento y perdí el pasaporte en un río lleno de cocodrilos e hipopótamos y donde mi hermano me alegró la vida acompañándome, Israel donde visitamos todos los lugares sagradísimos siendo ateos perdidos y donde subí a la montaña de Masada a las cuatro de la mañana, Jordania donde paseamos a solas por Petra y vimos un amanecer de luna en el desierto de arena roja del Wadi Rum, India donde conocí a Cecilia -la chica más increíble que he conocido jamás, con una sonrisa que alegra a un muerto- y donde empecé a enamorarme aquel día que nos refugiamos bajo la lluvia en aquella tumba -o cuando se encontró una cucaracha en la cama y no pasó nada, o cuando subimos a aquel castillo en Leh-, China que visité tantas veces de norte a sur y donde me pasaron mil millones de cosas buenas, Vietnam y sus junglas y playas y ciudades y ríos e islas, Malasia y el bosque lluvioso de Tanah Rata con sus mariposas gigantes, Nepal donde vi el Everest desde el cielo y donde visité el lugar de nacimiento de Buda -recuerdo miles de luciérnagas por la noche-, Japón y mi subida al volcán Sakurajima y aquel mes medio loco con un sólo libro -Compañía, de Samuel Becket-... y no sé, muchos sitios más que no recuerdo en este momento, todos y cada uno de ellos son mi lugar favorito.
He tenido la suerte de ver todo eso y espero ver mucho más. Intento compartirlo con ustedes a través de mis fotos y mis dibujos para que lo disfruten igual que lo he hecho yo. Tenemos sólo una vida, hay que exprimirla hasta el último segundo y dejarse de tristezas. Para estar muertos ya tenemos un tiempo infinito.
Un abrazo a todos/as.
Ramón
1 comentario:
Gracias por compartir!
Bellas palabras!!
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