miércoles, 9 de diciembre de 2009

niña con un globo



A veces te veo así, como una niña. Como hoy al leer tu carta. Quise decirte que no te preocupes, todo va a ir bien: lo que se le dice a los niños cuando están asustados por un repentino trueno o un evento inesperado. Siempre pensé que que no es eso lo que se les debería decir sino corre, la vida te va a pasar por encima. Te van a engañar. Te van a putear. Te van a hacer creer muchas cosas que no son ciertas. Tendrás que aprender a estar sola. A estar acompañada. A veces tendrás calor, a veces no. Será complicado, eso seguro. Habrá decisiones. Oportunidades que no volverán. Momentos que tienes ahora sin darte cuenta que echarás de menos. Lugares a los que has ido que no recordarás de modo que no tienes una vida entera sino sólo lo que eres capaz de recordar, que es poco. De los libros que has leído sólo habrá pasajes, momentos, alguna frase. Igual con las personas, con los amores y, lo que quizás es peor, con los desamores. Aquello que crees importante y justo dejará de serlo con el tiempo. Y lo que creías inamovible es tan sólo un globo que, al soltarlo, se va hasta el techo del mundo. Y ese es el truco, el mundo no es un planeta que gira incansablemente alrededor de un astro luminoso, en realidad es una caja de cartón color azul, tú estás dentro. Yo tengo mi propia caja. Cada uno tiene la suya. No vemos la de los demás porque somos egoístas y sólo pensamos en nuestras propias cajas. Lo más que puedes hacer es un par de agujeros para mirar por ellos, nada más. Así que puedes sentarte en una esquina y esperar a la nada o bien alegrarte el día pensando que puedes pintar las paredes sin que alguien proteste porque, a fin de cuentas, nadie lo verá nunca. Y no creas que esto es una metáfora. Si piensas eso intenta hacerte amiga del vecino o ir a cenar con el hijo del tendero, o hablar del último libro que has leído con la cajera del supermercado más cercano. No puedes. Tu caja no te deja.

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