Ya sé que es un tema manido pero qué tontos son los turistas y Dubrovnik está llena de ellos. Por supuesto la ciudad es espectacular, no esperaba menos. Es muy bonito el casco antiguo rodeado de murallas fortaleza y las iglesias y callejuelas sinuosas y las escalinatas torcidas flanqueadas por casitas con la ropa tendida a la brisa de la tarde; todo eso es fantástico. Pero luego están los miles y miles de visitantes que, como nosotros, lo quieren ver todo. Y no habría drama si no fuese por los cientos de arrastradores de pies con gafas de sol o los indolentes que no se emocionan ante nada, por los hastiados, los compradores de estupideces, los que solo comen donde les manda la Lonely Planet y se autodenominan viajeros, los portadores del puto palito para el selfie o los que van siguiendo como borregos a un guía con un paraguas en alto y si les dice salten ellos saltan y miren a la izquierda pues izquierda. El turismo masivo es como una plaga de langostas y por cada turista normal que pasea tranquilamente y disfruta y consume de forma responsable tienes un puñado de lunáticos a los que el sitio en realidad les importa un pimiento y no se paran a pensar un segundo en el what if, es decir, qué sería del mundo si todos actuasen como yo viviendo sin pensar, comprando souvenirs made in China, derrochando, tirando comida, ensuciando todo y banalizando sin fin.
Bueno pues el mundo sería como ya es.
Bueno pues el mundo sería como ya es.
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