lunes, 19 de agosto de 2013

ciudad al amanecer

Son las 6:10 de la mañana, miro por la ventana teñida de rosa mientras pasa una gaviota. Me levanto. Camino con ojos de chino hasta la sala y cambio el objetivo a la cámara. Abro el balcón. Pasa otra gaviota. Saco tres fotos. Siento el fresco agradable del cemento frío en mis pies, en runrún de la ciudad que acaba de despertarse conmigo, y otra gaviota que pasa en busca de su basurero. Pienso en la gente que va en ese avión, en la gente que va en todos los aviones del mundo y lo que sentirían si una enorme bola de fuego arrasase la tierra y sólo quedasen los vuelos presentes como últimos testigos de la humanidad, esperando a que finalmente se les acabase el combustible y adiós. Pegados a las ventanas, presenciarían la hecatombe de forma pospuesta, iluminados por las llamas, los motores calientes a reventar, tratando de ascender lo más posible antes de una caída inevitable propia de ícaros forzosos con éxito. Porque los mitos siempre son como son por algo. No son tontería.

2 comentarios:

filipoukys(el cocodrilo sexual) dijo...

joder Ramon no seas cenizo, ¿en piensas por las mañanas? jajajaja

ramón dijo...

jejeje