Le pediría a cada uno de ustedes que se sentase un segundo a examinar sus recuerdos de Notre-Dame.
Algunos la habrán visitado, otros no. Quizá subiesen a los tejados y viesen las gárgolas, las torres, la famosa aguja y los pináculos. Habrá quien paseó el transepto y luego la girola o incluso intentó ver las falsas reliquias. Seguro que alguno asistió a misa ¿por qué no? O vio fotos. O se detuvo frente a la fachada a disfrutar de la Galería de los Reyes o, los días que estaba abierto, cruzar el portal del Juicio Final. O vio la catedral de pasada en alguna película o desde un taxi o en avioneta. O nada de eso.
No importa quién de todos sea usted, lo que es seguro es que contaba con poder hacerlo en el futuro. O repetirlo.
Pues yo igual. Unos días antes de la catástrofe pasé por delante y tuve ganas de entrar pero me dije bah, en otro momento.
Los otros momentos no existen.
Algunos la habrán visitado, otros no. Quizá subiesen a los tejados y viesen las gárgolas, las torres, la famosa aguja y los pináculos. Habrá quien paseó el transepto y luego la girola o incluso intentó ver las falsas reliquias. Seguro que alguno asistió a misa ¿por qué no? O vio fotos. O se detuvo frente a la fachada a disfrutar de la Galería de los Reyes o, los días que estaba abierto, cruzar el portal del Juicio Final. O vio la catedral de pasada en alguna película o desde un taxi o en avioneta. O nada de eso.
No importa quién de todos sea usted, lo que es seguro es que contaba con poder hacerlo en el futuro. O repetirlo.
Pues yo igual. Unos días antes de la catástrofe pasé por delante y tuve ganas de entrar pero me dije bah, en otro momento.
Los otros momentos no existen.
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