Uno se puede creer su propio mito y seguir alimentándolo. Si hace eso,
en vez de hacer lo que le guste, entrará en una espiral que no tiene
fin. Pero un día se preguntará si en vez de hacer lo que los demás
esperaban no habría sido mejor hacer lo que quería. Tendrá que enfrentar
la verdad: que siempre fue un cobarde. Que quizás despreció a la gente
mediocre, al ketchup, a las tetas artificiales, al jefe tonto, porque
siempre quiso ser parte de ellos y nunca se atrevió.
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