Al leer la noticia me abordó una certeza absoluta de fatalidad: moriré, como todos. Nadie se libra.
Tuve que sentarme en el pasillo de forma patética esperando impaciente a que mi cerebro me protegiese de la certidumbre. Fluyeron líquidos, se mezclaron, se esparcieron por mis venas, mi gesto fue cambiando, mi memoria se calmó y el olvido de lo obvio se instaló en mi.
Imagino que así es mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario