Hoy caminaba por la calle bajo el puente del tren de la calle 125,
esquivando charcos de agua sucia, pensando en la muerte. Giré para subir
las escaleras de hierro y miré atrás, una esquina sucia, gente
aleatoria, coches, un instante cualquiera en la existencia del universo.
Respiré hondo y mientras subía los peldaños no pude evitar sonreir.
Cómo me gusta este puto mundo. Todos los instantes tienen algo bonito.
Una mirada. Un reflejo. Un sonido. Un eco. Un olor fatuo. Una madera
rota. Una pared desconchada. Un cristal liso. Un goteo. Un grito. Una
nube silenciosa. Una sospecha.
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