Me levanté pronto y en silencio, casi como obligado, sin permitirme ese tiempo ambiguo de penumbra y sábanas que otros disfrutan. Mientras me lavaba la cara notaba los pies descalzos en el suelo frío y pensaba que no estás aquí para cortarme el pelo. Miré por la ventana sólo para confirmar lo que ya oía, asfalto mojado y llovizna tenue.
Me pregunté porqué a veces cuando vemos llover o ante una montaña gigante o frente al mar nos da por pensar en la vida. Imaginé a un homo hábilis en las llanuras pardas africanas sentado junto a un árbol mirando un valle y pensando en su infancia, quizás en cómo corría por la sabana con sus amigos o tal vez recordando melancólicamente alguna triste noche de verano cerca de las playas de cantos rodados del sur. ¿O es algo anterior? ¿Se acongojaría una musaraña ante la visión de un glacial?
Dejé la ventana, necesitaba un café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario