jueves, 18 de octubre de 2007

miércoles, 17 de octubre de 2007

martes, 16 de octubre de 2007

lunes, 8 de octubre de 2007


Jugar en la calle, sentados. El tiempo parado. Té frío. Sonidos sordos de ciudad. Olor a acera. No entender nada pero ser feliz.

viernes, 5 de octubre de 2007

Chico sentado

En la ila de Cat Ba, empapado en sudor, sonriendo. Y ese francés liando tabaco. Ya son recuerdos difusos, como un sueño que nunca fue.

martes, 2 de octubre de 2007

Tres niños y un perro


Uno de mis mejores recuerdos de Eduardo sucedió en este río. Habíamos pasado la mañana caminando por sendas de barro bajo la lluvia torrencial y una nube que se había posado sobre el valle. Todo olía a tierra y campos de arroz, un olor intenso imposible de olvidar una vez lo has sentido. Él caminaba bajo la lluvia sonriendo mientras mi mayor preocupación era salvar la cámara y, al mismo tiempo, disfrutar. Recuerdo una choza en aquel camino donde intenté en vano secarme el agua de la cara. Recuerdo las niñas vietnamitas que nos acompañaron intentando que les comprásemos un palo que nos hiciese menos torpes. Llegamos a la parte más baja de los campos donde el río -por la lluvia- había crecido de una manera repentina y, simplemente, no se podía cruzar si no te metías hasta la cintura. El agua bajaba a borbotones. Las niñas, a pesar de que saltaban entre las piedras mojadas como cabras montesas y jamás resbalaban, eran demasiado pequeñas para poder cruzar sin riesgo; pero lo intentaron. Fue entonces cuando él les dijo algo -la lluvia y el río no me dejaron oírlo-, se descalzó, se metió en el torrente marrón de agua y barro y espuma y, sin dejar de sonreir, ayudó a todas a pasar.
Supe que nunca me olvidaría de aquel momento.